Caminaba, y mientras caminaba dejaba tras de sí su rastro de pobreza. Miraba, y en su mirada quedaban restos de su opresión. Respiraba, y tras su aliento quedaban los vestigios de todas las injusticias vividas. Todo fue contribuyendo a hacerlo más leal, más sumiso, más resignado. Sus dueños estaban satisfechos. Era un perro domesticado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario