¿Quién
puede negar que Ortega esté en la base del existencialismo
sartriano?
“Este
ensayo quisiera vislumbrar el diagnóstico de nuestro tiempo, de
nuestra vida actual. Va enunciada la primera parte de él, que puede
resumirse así: nuestra vida, nuestro repertorio de posibilidades, es
magnífica, exuberante, superior a todas las históricamente
conocidas. Mas por lo mismo que su formato es mayor, ha desbordado
todos los cauces, principios, normas e ideales legados por la
tradición. Es más vida que todas las vidas, y por lo mismo más
problemática. No puede orientarse en el pretérito. Tiene que
inventar su propio destino.
”Pero
ahora hay que completar el diagnóstico. La vida, que es, ante todo,
lo que podemos ser, vida posible, es también, y por lo mismo,
decidir entre las posibilidades lo que en efecto vamos a ser.
Circunstancia y decisión son los dos elementos radicales de que se
compone la vida. La circunstacia -las posibilidades- es lo que de
nuestra vida nos es dado e impuesto. Ello constituye lo que llamamos
el mundo. La vida no elige su mundo, sino que vivir es encontrarse,
desde luego, en un mundo determinado e incanjeable: en este de ahora.
Nuestro mundo es la dimensión de fatalidad que integra nuestra vida.
Pero esta fatalidad vital no se parece a la mecánica. No somos
disparados sobre la existencia como la bala de un fusil, cuya
trayectoria está absolutamente predeterminada. La fatalidad en que
caemos al caer en este mundo -el mundo es siempre éste,
éste de ahora- consiste en todo lo contrario. En vez de imponernos
una trayectoria, nos impone varias y, consecuentemente, nos fuerza...
a elegir. ¡Sorprendente condición la de nuestra vida! Vivir es
sentirse fatalmente
forzado a ejercitar la libertad, a decidir lo que vamos a ser en este
mundo. Ni un solo instante se deja descansar a nuestra actividad de
decisión. Inclusive cuando desesperados nos abandonamos a lo que
quiera venir, hemos decidido no decidir”.