De los inconvenientes de volver demasiado joven:
Solveig, la
esperanzada, había conservado entre sus propios recuerdos un trozo
del alma de Peer, el viajero o el buscador o el fugitivo. Después
del reencuentro inesperado, después de verificar su olor y su
mirada, Peer pudo recuperar ese trozo con el que poder comenzar a
recomponer su roto ser. Y Solveig se alegró por él -y por ella
misma, quien tanto le debía también a él-.
¡Afortunada Solveig! Cuando yo en cambio me reencontré contigo, después de veinticinco
años de ausencias y temores, viejo Peer, tú aún no habías viajado
lo suficiente.