sábado, 30 de marzo de 2013
sábado, 23 de marzo de 2013
El sentido de la oración interior o Las incertidumbres de aquél que no sabía qué hacer con lo que ya había hecho:
Pacientemente, como un
orfebre, había jugado a idear laberintos dentro de laberintos,
infinitos dentro de infinitos. Era el juego de la desesperación,
según decía. La ansiedad, tal vez, o la angustia por salir de un
laberinto le acababa conduciendo -inexorablemente- a otro interior o
en un plano inferior. La escasa lucidez le advertía que escapar de
este último -huera esperanza y remota posibilidad- significaría
entrar en el primero de nuevo, donde todo volvería a comenzar,
cierto que con una experiencia previa, pero no menos cierto que con
más cansado espíritu. El tiempo, siempre en marcha, marcha siempre
hacia adelante. Ahora no era un juego o tal vez fuera un juego real.
No se trataba de un laberinto imaginado, de una diablura de la razón.
Era la misma razón desesperada la que se le hundía más y más cada
vez que circunvolucionaba en pos de una salida digna a su vida. Y
bien que lo sabía desde tiempo atrás. No había remedio. ¡Tal vez
un milagro, una intervención divina, un desesperado gesto que
rompiese los pasillos de la razón y lo transportase a la salida o lo
hiciese escapar de su propio pasado, por él mismo tramado!
Etiquetas:
Breves,
Filosofía,
Literatura
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