Lo
otro que pudo haber sido y no fue.
Con
mi portátil nuevo me han regalado un procesador de textos 5.0. Me
dijo el dependiente que venía con un corrector ortográfico muy...
prudente (perdón, yo quería escribir “potente”). ¡Qué ilusión
y qué deloite físico escribir en este teclado! ¡Qué ganas de
escribir! Escribir por ejemplo... De niña quise ser... teóloga (no,
“teóloga” no, “teóloga”, pero con “ge”). Me encantaban
las piedras... en el riñón, no, sin riñones, y los canes (no,
espera, “vol”, “vol-canes”). Especialmente uno que hay en
Hawai-Bombay, no, solo en la isla del Pacífico. Espera que quite la
paloma, que este... prudente... corrector ortográfico también trae
dibrujitos, no, “-bujitos”. Pero... un momento, que no sé cómo
se pueden quitar los dos brujitos, parecen como la buena y la mala
con-ciencia (saber riguroso, ha aflorado una nota de color amarillo).
Debe ser una llamada de atención, palabra clave … de sol Rimski
Korsakov fue el autor de Sherezade. No. Espera (¿blanco por dentro y
verde por fuera?). Es otra nota amarilla, otra clave... de sol Johan
Sebastian Bach no compuso ninguna Ópera, pero sí varias Con-tatas
(niñeras, chicas de servicio). Así debió ser, tuvo dieciocho
hijos. Pero yo no quiero escribir de música. Quería contar que de
niña quise ser... teóloga (con “ge”). ¡Qué... prudente es! La
lava naranja (de Valencia y de Murcia) sobre la roca negra (pequeña
isla baja, situada a 18 kilómetros al sudeste de las Rocas Cormorán
y aproximadamente a 194 kilómetros al oestenoroeste de la isla San
Pedro) tenía un efecto... hipnopédico... encima... de mí. Bien,
acepto la... injerencia. Después el terremotocicleta de Guate-mala o
desleal me quitó las ganas... de vivir. Se abre una ventana con el
mensaje: “Prohibido seguir en esta línea autodestructiva. Para
continuar pulse Control-F12”. Decido seguir, pero el teclado parece
inerte. Pulso Control-F12. La pantalla se vuelve oscura y una voz
masculina y seductora me dice: “¿Está usted mejor? ¿Puede
continuar?” Le respondo “Sí, por favor”. Estoy hablando con mi
computadora. Y ésta me escucha y me atiende. Vuelve a aparecer
sosegadamente el texto. Sigo: Entonces quise ser bombera (fabricante
de bombas). Una estridente sirena comienza a salir del ordenador, que
grita: “¡Atención! ¡Está usted acorralada! Acaba de ser enviada
una alerta a la comisaría de policía más cercana a su dirección.
No se mueva. Espere unos minutos hasta que el sistema operativo
vuelva a ser actualizado. Ataque terrorista posible. Ataque
terrorista aún no abortado. ¡Atención! ¡Peligro! Una vida humana
aún no nacida debe ser liberada. No se mueva. No haga nada. Las
autoridades están en camino. Ya debe usted estar rodeada. No capte
rehenes, esto solo agravaría su situación”. Todo esto a un
volumen ensordecedor. No me atrevo ni a pestañear. Poco a poco va
volviendo la calma, finalmente el ordenador enmudece y vuelve a
aparecer el texto. Otra vez la misma voz seductora: “¡Falsa
alarma! ¡Continúe, por favor!” No sé si seguir o huir. Retomo el
texto. Leo: De niña quise ser... teóloga. Me encantaban las
piedras... en el riñón y los... canes. Especialmente uno que hay en
Hawai-Bombay, después una paloma, después dos brujitos y después
dos claves de sol. La lava naranja de Valencia y de Murcia sobre la
pequeña isla baja, situada a 18 kilómetros al sudeste de las Rocas
Cormorán y aproximadamente a 194 kilómetros al oestenoroeste de la
isla San Pedro, tenía un efecto... hipnopédico... encima... de mí.
Más tarde el terremotocicleta de Guate-mala o desleal me quitó las
ganas de... durar con vida o tener vida. Entonces quise ser... una de
esas personas que tienen por oficio... de tinieblas extinguir...
dinosarios e incendios y prestar dinero (usurero: persona que presta
con usura o interés excesivo) y ayuda en cualquier otro siniestro
total (suena una canción: “y es que me pica un huevo / no sé qué
voy a hacer / no sé qué puedo hacer”). Cuando termina la canción
estoy más relajada. El ordenador me vuelve a hablar: “¿Quiere
usted seguir?”. Le respondo: “Sí, por favor”. Años después
fui a la Universidad para estudiar... Histeria Colectiva. Histeria en
la que yo creo estar cayendo poco a poco. “Habla usted mucho de sí
misma”, dice el ordenador. “Tal vez debería usted corregir su
estilo. ¿Quiere que le ayude?” “¡NO!”, grito. “¡Cállese!”.
“¡Déjeme en paz!”. La pantalla baja automática y rápidamente
el contraste, se queda a media luz. Casi no distingo las letras
negras sobre el fondo gris. Tengo que pegar mi nariz a la pantalla
para poder ver lo que estoy... o estamos... escribiendo. En la
Universidad... de París que está en Sevilla, Ispal, ciudad fundada
por fenicios o tartesios antes de la llegada de los romanos en el 206
a. C., si quiere saber más pulse Control-+-F11, si no, continúe
escribiendo... conocí acullá al singular conjunto musical natural
de Colombia y autor de La
camisa negra
que ahora es mi esposo y padre de mis hijos. Lo cognocí una soirée
de otoño en los fosos del castillo que fue fábrica de tabacos y
donde las cigarreras de Merimée cantaban aires de París mientras
embestían a los toros al grito de “Cabreador”. Con la nariz
pegada a la pantalla, grito: “Me cago en la puta que te parió”.
La pantalla se apaga totalmente y una voz, ahora estridente, fría,
ajena, cibernética, dice: “Su ordenador ha sido bloqueado. Para
volver a conectarlo debe usted esperar... quince minutos.” Repite:
“Su ordenador ha sido bloqueado. Para volver a conectarlo debe
usted esperar... catorce minutos... cincuenta segundos”. El
mensaje, incansable, no deja de reproducirse. El ordenador portátil
no está enchufado a la red. Estoy a punto de arrojarlo por la
ventana, pero decidimos los dos que era mejor que yo me fuera de casa
a caminar por donde las calles tuviesen a bien conducirme.