domingo, 25 de marzo de 2012

Yo también soy inmigrante ilegal, y gitano, y lesbiana,... Veinticinco reflexiones favorecidas por la lectura de "En defensa de la intolerancia" (2007) de SLAVOJ ŽIŽEK


  1. Todo gesto humano algo pretende y dado que no parece inocente el interés de algunos en despolitizar la economía, debemos preguntarnos ¿a quiénes beneficia esta despolitización de la economía y, por extensión, de toda la sociedad? ¿Quiénes lograron el gesto y por qué?
  2. Quien algo pretende, lo persigue motivado por una o varias ideas, confesadas o no. La obsesión es la fuente de la que manan las ideologías. ¿Cuál es la ideología no confesada y oculta del actual capitalismo global?
  3. No soy yo de los que acusan a la belleza de peligrosidad, no, no todo lo bello es peligroso. Pero hay un tipo de bella metáfora, que sí que guarda en su seno algo de perversión que, creo, debe ser aislada y denunciada. Me refiero a la metonimia, tomar la parte por el todo. A veces la parte de un todo acaba por crecer tanto que engulle al todo mismo del que formaba parte, quedando ella como si fuese el único todo. Este reduccionismo puede ser altamente peligroso si es el caso que la parte del todo excluida de la parte en crecimiento acaba desapareciendo por el mero hecho de no ser nombrada. (Otro ejemplo más para ilustrar aquella necedad de confundir la cosa con el nombre de la cosa.) Toda batalla ideológica se vence del lado de aquéllos que consigan que su parte del todo acabe devorando al mismo todo junto a las otras partes que defienden sus rivales. Especialmente peligrosa es la ideología que defiende una parte apolítica de un todo político, porque entonces no es sólo que ocurra que esa parte acabe por usurpar el lugar del todo, sino que además la parte usurpadora, al ser apolítica, acaba por despojar del cariz político a todo aquello sobre lo que se va asentando. Esta expansión de la ideología de lo apolítico es una perversión que se hace necesario denunciar, primero por usurpadora de un todo que no deja de existir porque dejemos de nombrar, segundo, porque elimina lo político de los dominios donde es primordial (economía, sociedad, educación, cultura,...) y, tercero, lo más importante, porque no es verdad que esa parte usurpadora no tenga un cariz político, sino que lo tiene, pero oculto, disfrazado, profundo.
  4. Y, ¿cómo consigue un contenido particular [una parte de un todo] desplazar otro contenido hasta ocupar la valencia de lo universal?” Lo hará aquel “significado [contenido particular o parte de un todo] que permita a los individuos traducir de manera eficaz sus propias experiencias de vida en un discurso coherente”. Es decir, la demagogia necesaria para hacer triunfar una parte sobre el todo en el que está acogida consiste en hacer llegar al corazón de las gentes que esa parte (compartida por muchas experiencias individuales) es la única o fundamental que debería ser tratada, corregida, evitada, lograda, suplantada, estimada,...
  5. Cualquier universalidad que pretenda ser hegemónica debe incorporar al menos dos componentes específicos: el contenido popular 'auténtico' y la 'deformación' que del mismo producen las relaciones de dominación y explotación”. Es decir, que no podemos negarle a la parte usurpadora el ser una parte integrante necesaria del todo en el que está comprendida, pero sí que debemos estar alertas ante el hecho de que pretenda deformar al todo que la incluye y a las otras partes legítimas a las que pretende borrar. Esta deformación que pretende la parte 'hegemonizable' no deja de ser básicamente monstruosa: el crecimiento desproporcionado de una de las partes de un todo es siempre monstruosa, más aún si crece a costa de las otras partes necesarias.
  6. Verdaderamente en una sociedad no suele ocurrir que una parte consiga dominar al todo, sino que es el todo el que incluye en su seno al menos dos partes auténticas que rivalizan por conseguir el apoyo popular presentándose como la más auténtica o legítima o incluyente; es decir, que las fuerzas dominantes pretenden seductoramente que la parte que defienden acabe focalizando todos los intereses de las fuerzas no dominantes o populares y para ello esa parte debe poder ser presentada como legítima o auténtica.
  7. Para conseguir el mayor apoyo popular o el apoyo de las fuerzas no dominates, las fuerzas dominantes deben saber presentar aquello que defienden como una no-ideología, dado que de lo contrario eliminaría el mayor factor que desarrolla las afinidades, como es la experiencia individual (ésta es la fuerza de su seducción); es decir, lo que se presenta como ideologizado acaba despersonalizándose, desindividualizándose a gran escala y por tanto indefendible. Sólo a pequeños grupos o a individuos aislados lo que se presenta muy ideologizado suele convencer y mostrarse afín. De aquí que la parte 'hegemonizable' sea presentada por sus defensores o fuerzas dominantes, como desideologizada o no-ideologizada. Mas no nos engañemos, que se presente asépticamente no significa que de hecho lo sea: las más atroces ideologías suelen tener su “momento utópico”, su atractivo no-ideológico. “En cierto sentido, la ideología no es otra cosa que la forma aparente de la no-ideología, su deformación o desplazamiento formal”.
  8. La clase o las fuerzas dominantes no expresan directamente sus ideas, sino que aprovechan la tensión que se produce dentro del todo social para dirigir la victoria de la parte que consideran preferente frente a su opuesta. En toda sociedad podemos distinguir dos grupos básicos: “opresores” y “oprimidos”. No es difícil para las fuerzas dominantes incorporar en la parte preferente que defienden maneras o modos que muestran su defensa de los “oprimidos” frente a los “opresores”; una vez conquistados los corazones o las almas de aquéllos ya sólo tienen que apartarse de la tensión directa y mantenerse a una prudente distancia para controlar, dar o negar, y dirigir la lucha hacia la imposición de la parte dominadora frente a la parte dominada. Y, aún más, lo lograrán con el apoyo, resultado de la demagogia, del ocultamiento de su ideología y de la negación de lo político, de la mayor parte de los oprimidos, que, consecuentemente, seguirán siendo oprimidos, aunque aún no lo sepan, pero de otra manera, dado que el todo social habrá cambiado necesariamente.
  9. Esto es lo que ha terminado por imponerse en este todo social que es el liberalismo multiculturalista. El multiculturalismo ha sido presentado en su origen como una tesis que pretendía liberar a los oprimidos, compartir sus desgracias o sus inferioridades, ocultándolas o negándolas. Pero realmente, esta era la tesis preferente para unos opresores acogidos bajo la capa liberal de capitalistas globales. Finalmente sus tesis se han impuesto y los oprimidos siguen oprimidos, pero bajo unos opresores que han deformado sus viejos rostros con nuevas máscaras. Desde el punto de vista del liberalismo multiculturalista los retornos a los vínculos orgánicos (étnicos, culturales, religiosos,...) siempre fueron vistos como focos de diversos 'fascismos', como 'protofascistas'. Pero realmente, estas fueron las defensas que estableció el capitalismo global para acabar imponiendo una tesis o parte dominadora sobre el todo social. De ahí también que el apoyo mayor de este capitalismo global provenga de quienes más contundentemente defienden el liberalismo multicultural, como es la 'no-clase' clase media. 'No-clase' porque no pertenece ni a las grandes corporaciones, “sin patria ni raíces”, ni a “los excluidos y empobrecidos inmigrantes y habitantes de los guetos”. La 'no-clase' clase media es “la falsedad encarnada” dado que rechaza el antagonismo y se siente ni excluyente ni excluida, aunque es sistemáticamente oprimida y opresora pese a su ceguera dado que se mira exclusivamente en el espejo que le muestran los más empobrecidos.
  10. El núcleo del acontecimiento verdaderamente político es la interrupción del mecanismo que eleva a la parte hegemonizada hacia la usurpación del todo global al que pertenece. Es decir, que la ocultación de lo político es el motor que mantiene el mecanismo en marcha de hacer que la parte hegemonizada ocupe el centro de la vida de una sociedad.
  11. Respuesta a la pregunta ¿qué es la política?: “La verdadera política, por tanto, trae siempre consigo una suerte de cortocircuito entre el universal y el particular: la paradoja de un singulier universel, de un singular que aparece ocupando el universal y desestabilizando el orden operativo “natural” de las relaciones en el cuerpo social. Esta identificación de la no-parte con el todo, de la parte de la sociedad sin un verdadero lugar (o que rechaza la subordinación que le ha sido asignada), con el universal, es el ademán elemental de la politización, que reaparece en todos los grandes acontecimientos democráticos, (…). En este sentido, “política” y “democracia” son sinónimos: el objetivo principal de la política antidemocrática es y siempre ha sido, por definición, la despolitización, es decir, la exigencia innegociable de que las cosas “vuelvan a la normalidad”, que cada cual ocupe su lugar... La verdadera lucha política, (...), no consiste en una discusión racional entre intereses múltiples, sino que es la lucha paralela por conseguir hacer oír la propia voz y que sea reconocida como la voz de un interlocutor legítimo” [1].
  12. La postmoderna postpolítica no sólo reprime lo político intentando contenerlo, sino que además lo excluye. El conflicto político entre las distintas visiones globales de lo social, de lo económico,... es sustituido por la colaboración y el acuerdo consecuente entre los tecnócratas ilustrados y los liberales multiculturalistas; este acuerdo adquiere, con aparente magia, pero con evidente truco, el aspecto de un consenso más o menos universal. “De esta manera, la postpolítica subraya la necesidad de abandonar las viejas divisiones ideológicas y de resolver las nuevas problemáticas provistos de la necesaria competencia del experto y deliberando libremente en función de las necesidades y exigencias puntuales de la gente”.
  13. Para los tecnócratas ilustrados y los liberales multiculturalistas las únicas buenas ideas son las que funcionan. Pero, y aquí está el centro de todas las cuestiones, “el verdadero acto político (la intervención) no es simplemente cualquier cosa que funcione en el contexto de las relaciones existentes, sino precisamente aquello que modifica el contexto que determina el funcionamiento de las cosas”. Las cosas funcionan siempre dentro de un contexto, luego decir que las buenas ideas son las que funcionan es el intento sutil, apolítico y oculto de mantener un contexto determinado (cual el capitalismo global). Por esta razón, gastar dinero en educación es una idea mala, dado que no funciona, dado que entorpece las condiciones de ganancias. Es decir, la verdadera política es “el arte de lo imposible”, el arte de romper sorprendentemente con el contexto en el que se genera la pregunta o el problema con una salida no prevista. El acto político es el acto nuevo.
  14. Lo que la postpolítica trata de impedir es, precisamente, esta universalización metafórica de las reivindicaciones partitulares. La postpolítica moviliza todo el aparato de expertos, trabajadores sociales, etc. para asegurarse que la puntual reivindicación (la queja [de los homosexuales, lesbianas, judíos negros o gitanos integrados, etc]) de un determinado grupo se quede en eso: en un reivindicación puntual. No sorprende entonces que este cierre sofocante acabe generando explosiones de violencia “irracionales”: son la única vía que queda para expresar esa dimensión que excede lo particular”. Es decir, la parte social que algo reivindica, la parte individual de un todo, debe ser interpretada como universal, si no pierde su sentido reivindicativo y luchador; negarle su universalidad sólo permite una salida: la explosión violenta.
  15. Si nuestro régimen capitalista global, postpolítico, liberal-democrático sólo prima el no-acto o no-acontecimiento, ¿dónde podemos aún buscar el acto político? Sólo hay un sitio donde buscarlo: “en los múltiples retornos, apasionados y a menudo violentos, a las “raíces”, a las distintas formas de la “sustancia” étnica o religiosa”. Es decir, el incesante aparecer de grupos diversos y divergentes que se reinventan recurriendo a orígenes míticos y prístinos que reclaman una pertenencia exclusiva de un grupo de originales auténticos, sólo tiene sentido y es pensable dentro de un régimen de capitalismo globalizado. Es más, el aparentemente desideologizado liberalismo multiculturalista nuclear del capitalismo global contribuye de esta manera a los desarrollos de nuestros sentimientos de diversas pertenencias étnicas o comunitarias que aparentemente asevera evitar o corregir. Estas reivindicaciones grupales no son, pues, realmente actos o acontecimientos verdaderamente políticos, sino simples pseudoacontecimientos o pseudoactos. Esta es la desangelada situación del intelectual medio actual: “Nos encontramos así cada vez más encerrados en un espacio claustrofóbico, en el que sólo podemos oscilar entre el no-acontecimiento del suave discurrir del Nuevo Orden Mundial liberal-democrático del capitalismo global y los acontecimientos fundamentalistas (el surgimiento de protofascismos locales, etc), que vienen a perturbar, por poco tiempo, las tranquilas aguas del océano capitalista”.
  16. Debemos tener en cuenta la existencia de tres universales: el universal real, el del mercado global que impone sus reglas en todas las relaciones sociales y personales; el universal ficticio, el que rige la hegemonía ideológica, tal la Iglesia o el Estado, que separan al individuo de su grupo directo (como su clase social, profesión, género,...), y el universal ideal, el que alimenta la insurrección continua contra el orden existente, sin ser absorbida nunca totalmente por éste.
  17. Finalmente, el universo del capital superó al Estado-nación. Primero fueron algunos estados capitalistas quienes colonizaron a otros estados no capitalistas. Posteriormente, los estados colonizados cortaron su cordón umbilical con sus respectivos estados colonizadores, con sus respectivas metrópolis. Finalmente, la multinacional del capital trata a los que antaño fueran estados colonizadores de la misma manera que antes las metrópolis trataban a los estados colonizados: el universo capitalista ha acabado colonizando a todo el planeta. ¿Autocolonización, pues? Tal vez, no sea un mal nombre, sobre todo porque en él se advierte una especie de trágica justicia poética: “La paradoja de la colonización: sólo quedan colonias y desaparecieron los países colonizadores; el estado-nación ya no encarna el poder colonial, lo hace la empresa glogal”.
  18. Un texto: “La forma ideológica ideal de este capitalismo global es, lo sabemos, el multiculturalismo: esa actitud que, desde una hueca posición global, trata todas y cada una de las cultural locales de la manera en que el colonizador suele tratar a sus colonizados: “autóctonos” cuyas costumbres hay que conocer y “respetar”. La relación entre el viejo colonialismo imperialista y la actual autocolonización del capitalismo global es exactamente la misma que la que existe entre el imperialismo cultural occidental y el multiculturalismo. Al igual que el capitalismo global supone la paradoja de la colonización sin Estado-nación colonizador, el multiculturalismo promueve la eurocéntrica distancia y/o respeto hacia las culturas locales no-europeas. Esto es, el multiculturalismo es una forma inconfesada, invertida, autoreferencial de racismo, un “racismo que mantiene las distancias”: “respeta” la identidad del Otro, lo concibe como una comunidad “auténtica” y cerrada en sí misma respecto de la cual él, el multiculturalista, mantiene una distancia asentada sobre el privilegio de su posición universal. El multiculturalismo es un racismo que ha vaciado su propia posición de todo contenido positivo (el multiculturalista no es directamente racista, por cuanto no contrapone al Otro los valores particulares de su cultura), pero, no obstante, mantiene esa posición en cuanto privilegiado punto hueco de universalidad desde el que se puede apreciar (o despreciar) las otras culturas. El respeto multicultural por la especificidad del Otro no es sino la afirmación de la propia superioridad”.
  19. No existen comunidades auténticas, todas son necesariamente abiertas (aunque se empeñen en lo contrario).
  20. En resumen, el multiculturalismo, con su lenguaje que pretende la coexistencia de distintos mundos, es la tapadera del capitalismo global y de su omnipresencia contundente. Es decir, “el multiculturalismo es la demostración de la homogeneización sin precedentes del mundo actual”. Dado que el capitalismo global ha venido para quedarse, la única válvula, que parece posible para ir liberando las tensiones que éste acarrea, es la del multiculturalismo. El coste del auge del multiculturalismo es además la despolitización de la economía y de todos los sectores sociales: “la verdadera lucha política se transforma en una batalla cultural por el reconocimiento de las identidades marginales y por la tolerancia con las diferencias”.
  21. La única auténtica comunicación entre dos o más culturas viene dada por el compromiso, por la solidaridad en la lucha común, cuando alguien descubre que el atolladero, la trampa o la crisis en que está metido el Otro es el mismo atolladero, trampa o crisis en que se encuentra uno mismo inmerso. Luego toda identidad es necesariamente híbrida, pero, atención, excluyendo la forma de entenderla del individuo occidental que marcha a otras culturas y las observa y las utiliza desde un plano de superioridad eurocéntrica, con lo que no hace más que volver a reivindicar las tesis fundamentales del multiculturalismo, sino desde la óptica del migrante que malvive en un país diferente del que nació, al que cínicamente se le advierte que su identidad es fluctuante durante su vida, inexistente, pues.
  22. La pregunta decisiva es: “¿cómo reinventar el espacio político en las actuales condiciones de globalización?” El objetivo es el proceso global del capital y no cada una de esas batallas particulares que cada grupo, barrio o etnia pretende noblemente conquistar. Los obstáculos son los dos polos de la ideología liberal de tolerancia universalista, por un lado, y los nuevos fundamentalismos particularistas, por el otro. La única vía posible parece, pues, la reinvención de la vieja izquierda que sostenía “la necesidad de suspender el espacio neutral de la ley”, es decir, en la terminología kierkegaardiana, acometer una especie de suspensión política de la ética, es decir, borrar la vigencia del abstracto marco moral. No olvidemos que la neutralidad nunca es imparcial. Se hace necesario decir que la suspensión de la ética que propone la izquierda tiene que ver con la esperanza de la llegada de la verdadera universalidad ausente hoy día. Dado que la vida social es radicalmente antagónica, se hace necesario tomar partido, comprometerse. La izquierda defiende el acto verdaderamente político, es decir, el cuestionamiento del existente orden global. Es decir, no combatir por la defensa del inmigrante ilegal, por ejemplo, sino reivindicar que “todos somos inmigrantes ilegales”. “En la sociedad estructurada jerárquicamente, el alcance de la auténtica universalidad radica en el modo en que sus partes se relacionan con los de 'abajo', con los excluidos de, y por todos los demás”. “Retomando el clásico ejemplo de Marx: el 'proletariado' representa la humanidad entera no por ser la clase más baja y explotada sino porque su misma existencia es una 'contradicción viviente': encarna el desequilibrio fundamental y la incoherencia del todo social capitalista”.
  23. El globalismo del capitalismo global no es verdaderamente universal: lo híbrido es un único verdaderamente universal.
  24. Lo que el capitalismo global aún no ha podido eliminar de la suplantada ilustración es lo que constituye la esperanza de la liberación: el sujeto moderno sigue existiendo, es un sujeto capaz de razonar y de reflexionar libremente, de decidir y de seleccionar sus propia normas, capaz de gestos políticos. No obstante, este sujeto moderno está siendo suplantado por otro, por el sujeto narcisista postmoderno, impedido de gozar, de elegir y de decidir.
  25. Llegamos al párrafo clave de toda la obra: “La gran novedad de nuestra época postpolítica del 'fin de la ideología' es la radical despolitización de la esfera de la economía: el modo en que funciona la economía (la necesidad de reducir el gasto social, etc.) se acepta como una simple imposición del estado objetivo de las cosas. Mientras persista esta esencial despolitización de la esfera económica, sin embargo, cualquier discurso sobre la participación activa de los ciudadanos, sobre el debate público como requisito de la decisión colectiva responsable, etc. quedará reducido a una cuestión 'cultural' en torno a diferencias religiosas, sexuales, étnicas o de estilos de vida alternativos y no podrá incidir en las decisiones de largo alcance que nos afectan a todos. La única manera de crear una sociedad en la que las decisiones de alcance y de riesgo sean fruto de un debate público entre todos los interesados, consiste, en definitiva, en una suerte de radical limitación de la libertad del capital, en la subordinación del proceso de producción al control social, es decir, en una radical repolitización de la economía”.
  • 1º: La sociedad, en todos su ámbitos, pero fundamentalmente en la esfera de la economía, está despolitizada. Los 'técnicos' han tomado la palabra y lo que ellos dicen es, así se nos dice, 'lo que hay que hacer', sin más discusión.
  • 2º: Toda participación activa de los ciudadanos es puro teatro cultural, sin ninguna vinculación con la realidad que pretende ser representada.
  • 3º: La única salida es la limitación de la libertad del capital, la subordinación del proceso de producción al control social y ciudadano; esto es, la repolitización de la economía y todos los ámbitos de la sociedad actual.

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