¿Por qué nos seguimos empeñando en desoír las palabras del Sr.
Bueno?
Gustavo
Bueno: El mito de la cultura. Ensayo de una filosofía
materialista de la cultura. Editorial
Prensa Ibérica, S. A.; Barcelona, 1996. Séptima edición, 2004;
págs. 26 y ss.:
“Ahora
bien, la conexión entre el espiritualismo de la cultura y la
consideración de la cultura como fuente de los valores más
genuinos, nos lleva a redefinir el materialismo de la cultura, en el
terreno de los valores prácticos, como algo más que una “teoría
especulativa de la cultura”. Nos lleva a redefinirlo como una
práctica orientada a la crítica de la cultura como fuente de valor
y de los valores culturales particulares como tales. La cultura, no
es fuente de todos los valores. Por ejemplo, los “valores de
verdad” de las ciencias matemáticas o físico-naturales no derivan
de la cultura, si mantenemos nuestra tesis sobre la relación entre
las ciencias y la cultura.
”Desde una
perspectiva materialista no puede aceptarse, desde luego, que la
cultura constituya al hombre en el “fin de la Naturaleza”, para
decirlo con palabras kantianas, ni que, por tanto, haya que enjuiciar
sistemáticamente los contenidos culturales más sublimes, como
aproximaciones a este fin supremo. Por lo demás, negar cualquier
tipo de significado a la Idea de Hombre como fin supremo del Mundo
-del Universo, de la Naturaleza- no implica la necesidad de afirmar
que el hombre tenga que reconocer como algún “fin supremo” por
encima de él al que él debiera subordinarse o rendir su soberanía
en nombre de un relativismo ecologista, por ejemplo, de las diversas
especies animales. El hombre no será el término de la creación, la
“obra del séptimo día”, pero tampoco tiene por qué aceptar
reconocerse (y ello sin necesidad de apelar a un “principio
antrópico fuerte”, en el sentido de Brandon Carter) como una
especie más entre los millones de especies zoomorfas, fitomorfas o
fungimorfas que existen. Y esto, no tanto por motivos especulativos,
sino por el motivo práctico de que los hombres (al menos muchos
grupos organizados de hombres) no tienen por qué aceptar ser
reducidos a la condición de servidores de alguna especie viviente,
linneana o no linneana, que pudiera reivindicar la soberanía
universal.
”Pero
desde el mismo momento en el que el materialismo prescinde de la
identificación de la cultura con la fuente de los valores supremos
-desde el momento en que reconoce que la cultura humana es una fuente
de contravalores repugnantes, tan caudalosa como pueda serlo como
fuente de valores- el materialismo habrá de asumir frente a la
cultura la perspectiva de “devaluación metódica” (como
contenido principal de la llamada “crítica de la cultura” o
“contracultura”). “Devaluación” con respecto a la
perspectiva de la “revalorización” de todo contenido cultural,
por el hecho de serlo, aun cuando se le considere como grado inferior
dentro de la escala que conduce al fin supremo del Género humano.
”En
consecuencia, uno de los procedimientos más obvios a los que habrá
que acudir en el momento de practicar esa devaluación metodológica
de la cultura que consideramos inherente al materialismo (una
devaluación que es, por otra parte, sólo relativa y dialéctica,
frente a quienes practican el método de la “revaluación
sistemática”) es el de su “reducción a la Etología”, cuando
ella sea posible. Porque ahora, en lugar de interpretar una obra
cultural a la luz de un metafísico fin superior de la Humanidad (de
interpretar un concierto Gospel como expresión de la
“espiritualidad” de los esclavos negros americanos), comenzamos
por intentar interpretarlo como una “pulsación” más de ciertos
mecanismos actuantes ya en los primates, que poco tienen que ver con
la cultura espiritual; un concierto de rock duro no tiene acaso más
valor (ni tampoco menos) que la “danza de la lluvia” de los
chimpancés que estudió Goodall hace 40 años. Y en la “Alta
cultura” -como forma particular de “cultura circunscrita”- el
materialismo comenzará viendo, ante todo, no ya la expresión de los
valores supremos del Género humano (los valores del espíritu
absoluto de Hegel: Arte, Religión, Sabiduría...), sino la ideología
de determinadas élites, muchas veces clericales, pero también
laicas, interesadas en el monopolio de ese Espíritu absoluto para
acreditar con él su superioridad con respecto a las capas de la
sociedad que “no pueden alcanzar esas cumbres del Espíritu
humano”.
”La
“devaluación metódica” de la cultura, propiciada por la
perspectiva materialista, implicará, en muchas ocasiones, la
transformación de la admiración, ante determinadas obras
culturales, por el desprecio; o, si se quiere, la transformación de
la admiración devota, en una admiración puramente intelectual. Es
en este sentido en el que citamos a Epicuro en el Final de El mito
de la cultura: “Huye, a velas desplegadas, de toda forma de
cultura, en cuanto fuente de los valores supremos”.
”En ningún
caso, la devaluación metodológica de las instituciones culturales
podrá hacerse equivalente a la negación del reconocimiento del
funcionalismo social e ideológico que las instituciones devaluadas
puedan eventualmente implicar; ni siquiera del reconocimiento
prudencial de los servicios prestados que tales instituciones puedan
tener, hasta el punto de merecer nuestro apoyo coyuntural.
”¿Y hasta
dónde habrá que seguir aplicando esa “devaluación metodológica”
de la cultura (devaluación que lleva aparejado también el
compromiso de explicación de su funcionalismo)? Hasta que nos
encontremos con determinadas instituciones o contenidos culturales
que resistan la “operación de devaluación metódica” de la que
venimos hablando. Y no me parece oportuno, ni necesario, en este
prólogo añadir nada más sobre el particular.”
Gustavo Bueno
29 de febrero
de 2004
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