domingo, 20 de marzo de 2016

Libro de citas: Gustavo Bueno: "El mito de la cultura".

¿Por qué nos seguimos empeñando en desoír las palabras del Sr. Bueno?

Gustavo Bueno: El mito de la cultura. Ensayo de una filosofía materialista de la cultura. Editorial Prensa Ibérica, S. A.; Barcelona, 1996. Séptima edición, 2004; págs. 26 y ss.:

“Ahora bien, la conexión entre el espiritualismo de la cultura y la consideración de la cultura como fuente de los valores más genuinos, nos lleva a redefinir el materialismo de la cultura, en el terreno de los valores prácticos, como algo más que una “teoría especulativa de la cultura”. Nos lleva a redefinirlo como una práctica orientada a la crítica de la cultura como fuente de valor y de los valores culturales particulares como tales. La cultura, no es fuente de todos los valores. Por ejemplo, los “valores de verdad” de las ciencias matemáticas o físico-naturales no derivan de la cultura, si mantenemos nuestra tesis sobre la relación entre las ciencias y la cultura.
”Desde una perspectiva materialista no puede aceptarse, desde luego, que la cultura constituya al hombre en el “fin de la Naturaleza”, para decirlo con palabras kantianas, ni que, por tanto, haya que enjuiciar sistemáticamente los contenidos culturales más sublimes, como aproximaciones a este fin supremo. Por lo demás, negar cualquier tipo de significado a la Idea de Hombre como fin supremo del Mundo -del Universo, de la Naturaleza- no implica la necesidad de afirmar que el hombre tenga que reconocer como algún “fin supremo” por encima de él al que él debiera subordinarse o rendir su soberanía en nombre de un relativismo ecologista, por ejemplo, de las diversas especies animales. El hombre no será el término de la creación, la “obra del séptimo día”, pero tampoco tiene por qué aceptar reconocerse (y ello sin necesidad de apelar a un “principio antrópico fuerte”, en el sentido de Brandon Carter) como una especie más entre los millones de especies zoomorfas, fitomorfas o fungimorfas que existen. Y esto, no tanto por motivos especulativos, sino por el motivo práctico de que los hombres (al menos muchos grupos organizados de hombres) no tienen por qué aceptar ser reducidos a la condición de servidores de alguna especie viviente, linneana o no linneana, que pudiera reivindicar la soberanía universal.
”Pero desde el mismo momento en el que el materialismo prescinde de la identificación de la cultura con la fuente de los valores supremos -desde el momento en que reconoce que la cultura humana es una fuente de contravalores repugnantes, tan caudalosa como pueda serlo como fuente de valores- el materialismo habrá de asumir frente a la cultura la perspectiva de “devaluación metódica” (como contenido principal de la llamada “crítica de la cultura” o “contracultura”). “Devaluación” con respecto a la perspectiva de la “revalorización” de todo contenido cultural, por el hecho de serlo, aun cuando se le considere como grado inferior dentro de la escala que conduce al fin supremo del Género humano.
”En consecuencia, uno de los procedimientos más obvios a los que habrá que acudir en el momento de practicar esa devaluación metodológica de la cultura que consideramos inherente al materialismo (una devaluación que es, por otra parte, sólo relativa y dialéctica, frente a quienes practican el método de la “revaluación sistemática”) es el de su “reducción a la Etología”, cuando ella sea posible. Porque ahora, en lugar de interpretar una obra cultural a la luz de un metafísico fin superior de la Humanidad (de interpretar un concierto Gospel como expresión de la “espiritualidad” de los esclavos negros americanos), comenzamos por intentar interpretarlo como una “pulsación” más de ciertos mecanismos actuantes ya en los primates, que poco tienen que ver con la cultura espiritual; un concierto de rock duro no tiene acaso más valor (ni tampoco menos) que la “danza de la lluvia” de los chimpancés que estudió Goodall hace 40 años. Y en la “Alta cultura” -como forma particular de “cultura circunscrita”- el materialismo comenzará viendo, ante todo, no ya la expresión de los valores supremos del Género humano (los valores del espíritu absoluto de Hegel: Arte, Religión, Sabiduría...), sino la ideología de determinadas élites, muchas veces clericales, pero también laicas, interesadas en el monopolio de ese Espíritu absoluto para acreditar con él su superioridad con respecto a las capas de la sociedad que “no pueden alcanzar esas cumbres del Espíritu humano”.
”La “devaluación metódica” de la cultura, propiciada por la perspectiva materialista, implicará, en muchas ocasiones, la transformación de la admiración, ante determinadas obras culturales, por el desprecio; o, si se quiere, la transformación de la admiración devota, en una admiración puramente intelectual. Es en este sentido en el que citamos a Epicuro en el Final de El mito de la cultura: “Huye, a velas desplegadas, de toda forma de cultura, en cuanto fuente de los valores supremos”.
”En ningún caso, la devaluación metodológica de las instituciones culturales podrá hacerse equivalente a la negación del reconocimiento del funcionalismo social e ideológico que las instituciones devaluadas puedan eventualmente implicar; ni siquiera del reconocimiento prudencial de los servicios prestados que tales instituciones puedan tener, hasta el punto de merecer nuestro apoyo coyuntural.
”¿Y hasta dónde habrá que seguir aplicando esa “devaluación metodológica” de la cultura (devaluación que lleva aparejado también el compromiso de explicación de su funcionalismo)? Hasta que nos encontremos con determinadas instituciones o contenidos culturales que resistan la “operación de devaluación metódica” de la que venimos hablando. Y no me parece oportuno, ni necesario, en este prólogo añadir nada más sobre el particular.”
Gustavo Bueno

29 de febrero de 2004

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