domingo, 4 de junio de 2017

Desencuentros:

La otra Cara de la desgracia.

El hombre apareció una seca noche de polvo en la que el viento se colaba por las rendijas de las ventanas y de las puertas.
Primero la mujer dijo      maldito seas. Después no dijo nada.
Al día siguiente      entrando en la habitación de él      la mujer volvió a decir      maldito seas        dando un portazo.
Después       tal vez      el hombre      girándose había dicho      esto no es un juego      y tal vez la mujer no estuviera intentando jugar.
Ella había dicho          te escondes detrás de lo que nunca fuiste. Después callaron.
Sus voces del otro lado de la puerta se oían discontinuas      no quiero volver a verte      viejo de mierda      dímelo a la cara      puta      tal vez.
Después la mujer salió llorando de la habitación y después      tal vez      el hombre se echase sobre la cama. Hacía calor.
Tal vez el hombre estuviera tumbado durante horas. No lo volví a ver en todo el día. Después me fui del hotel a la playa. Antes había visto a la mujer subirse en un coche azul cielo      tal vez como el azul cielo de la tarde de hoy. Más tarde por la noche vi al hombre en el salón jugando a las cartas           fumando           bebiendo           observando           sudando           tal vez.
Me gustaba observarlo desde detrás del mostrador del bar con los ojos pegados a la barra            su silencio           su paciencia en el juego             su forma desinteresada de perder           su distancia               su barbilla fina           sus ojos negros que tal vez no miraban           escrutaban           su pecho subiendo y bajando              el humo que exhalaba.
Por la mañana me gustaba verlo andar por la orilla mirando a la arena y dejando que las olas le mojasen los pies. Tal vez a veces mirara el horizonte           tal vez quisiera borrarlo como a mí me gusta borrar las manchas de vaho de un cristal. Tal vez quisiera conservarlo en su memoria como la mujer le había dicho que él guardaba los actos no realizados           las palabras nunca pronunciadas                 los gestos disimulados. Tal vez a mí me gustara mirarlo desde el balcón del hotel           tal vez a él le gustara que lo mirase. Tal vez debí decirle...

Estaba anocheciendo. El sol se ponía a su espalda cuando estaba acodado sobre la baranda de la terraza que da al mar. Su sombra larga caía sobre el leve acantilado y su cabeza llegaba hasta el borde del camino de abajo por donde tal vez          yo pedaleara         tal vez buscándolo para decirle                   para hablarle.
La mujer me había dicho que no le hablase          que no le dijese          que no fuera como él                     que lo olvidase. Tal vez ella se equivocara o tal vez           me equivocara yo porque no entendiera lo que ella intentara decirme. Fue antes de marcharse en el cielo azul.
La bicicleta chirriaba          y yo           tal vez          me imaginara que hablaba y que decía todo aquello que mi madre me había dicho que yo no debía decirle y tal vez            yo me imaginara también que el viento le hacía llegar a sus oídos un mensaje cifrado que sólo yo y             tal vez él                   podíamos entender.
La mujer tampoco me había dicho nada cuando salió de la habitación              solo me miró                  pero no dijo nada entonces             me lo había dicho antes               tal vez años antes           ni hables con él me había dicho.
Había detenido la rueda delantera de la bicicleta justo junto al lado de la sombra de su cabeza. Yo miraba la sombra y             tal vez él me miraba mirar la sombra. Entonces le hablé              no a él              a la sombra de él            por primera y única vez            no por él          no por la mujer            tal vez por mí. Dije ¿padre? Pero la sombra no me oyó              tal vez            al menos no se movió. Yo me giré y miré hacia el rostro del hombre. Él se giró también y se introdujo en la sombra de su habitación. Tal vez por eso al día siguiente ya no estaba             tal vez se fue porque no me oyó                   o tal vez              porque no quiso oírme.

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