domingo, 10 de noviembre de 2019

Erasmus:


Anexo al Informe del viajero planetario Aixalag al ed Nórim, del planeta BAHKA-1581, acerca de las prácticas extrañas de algunos pueblos de homúnculos terrícolas:

Sobre las becas Erasmus:

Debemos a la antropóloga terrícola sudafricana Mónica Wilson el desarrollo del concepto de villa o aldea móvil que ella tuvo la oportunidad de observar y de investigar en los años treinta del siglo pasado -según la cronología terrícola más extendida en el planeta-, y que tan brillante y generosamente expuso en sus tres obras que desarrollan su trabajo de campo con los nyakyusas. El desarrollo de sus brillantes observaciones en torno a este pueblo tanzano, junto a las orillas del río Songwe y en la frontera con Malawi, y a su lengua bantú -ya desaparecida- sigue siendo la más completa exposición que sobre este pueblo se haya escrito y publicado nunca en el planeta Tierra. Aunque esto no tiene por qué seguir siendo así, dado que ya ha quedado demostrado que, respecto a estos homúnculos, nada es predecible. No son escasas las sociedades organizadas en bandas y aldeas de toda la galaxia que separan a sus hijos y adolescentes de la familia nuclear y de todo el marco de la sociedad global que las incluye, con el fin de conseguir los tres grandes objetivos que todo grupo social, más o menos evolucionado, tendrá que lograr si pretende perpetuarse durante varias generaciones, es decir, durar: que los adolescentes aprendan y respeten los conocimientos y los rituales de sus antepasados, que inicien y desarrollen su competencia sexual, y que adquieran las aptitudes necesarias para las artes y prácticas militares. Para ello los nyakyusas del sur de Tanzania envían a los niños de seis o siete años, siempre según la descripción de la doctora Wilson, a las afueras del poblado con el fin de que, entre ellos, construyan refugios y chozas de juncos en los que pasar sus horas de juegos. Conforme van creciendo, las chozas van mejorando y ampliándose hasta dar lugar a una nueva aldea diferente de la de sus padres y madres. Hasta los once o doce años a los jóvenes nyakyusas se les permite ir a dormir a la choza de sus padres, pero a partir de esa edad ya solo se les permite ir a visitarlos a la hora de comer; para dormir tendrán que buscarse la forma de hacerlo en la nueva aldea. La formación definitiva de esta nueva aldea tiene lugar cuando los jóvenes toman esposas y éstas empiezan a dar a luz a la siguiente generación. Las aldeas nyakyusas son móviles por esta causa. Los padres y madres nyakyusas al parecer han resuelto el difícil problema que en las sociedades terrícolas de homúnculos occidentales actuales plantean los jóvenes adolescentes a todos los miembros adultos e infantes que las componen. ¿Qué hacer con los adolescentes, que ni niños ni adultos, tienen necesidad de aprender y de errar, de desenvolverse por sí mismos sin necesidad de que sus padres tengan que avergonzarse por ello o de ellos, que jugarse la vida sin necesidad de perderla,...? Las sociedades europeas actuales han logrado otra solución tan original como improductiva como la de la etnia nyakyusa: las célebres becas erasmus. Los diferentes Estados que componen lo que desde otras latitudes terrícolas llaman, de manera inexplicable, “la vieja Europa” les proporcionan a las familias una escasa cantidad de dinero, insuficiente según todas las respuestas de todos los entrevistados avaladas éstas además por las observaciones de este incansable investigador que informa, para que marchen a vivir unos meses a otros territorios, lejos de sus madres y padres, de forma tal que los teutones y anglos marchan a La Romania o La Bética, los francos se desparraman por todos lados, un poco de incógnito, dado que en ningún sitio suelen ser bien acogidos, y los béticos y romanios del sur a las frías latitudes de sajones, daneses, teutones u holandeses. No solo tienen la previsión de enviar al sur a los del norte y al norte a los del sur, para que los aguanten o acojan sus homólogos progenitores, sino que también los del este marchan al oeste y los del oeste al este, formando así una trama perfectamente trenzada y que da unos resultados más allá de los esperados tal como indican, de un lado, la afluencia de participantes que cada curso escolar -así llaman a los meses de experimentación, diversión, formación, fornicación y prueba- solicita y participa en este sorprendente sistema de expulsión controlada, y, de otro lado, el hecho de que se haya convertido en una auténtica necesidad para los becandos llegando incluso a constar voluntaria y orgullosamente en los llamados currículos, extraño documento en forma de escaparate o muestrario en el que los terrícolas de todos los continentes recogen los hitos que ellos creen más destacados de su formación, y aun de su vida, con el fin de mostrar lo que valen o de lo que son capaces de hacer ante los ojos de aquellos que quieran contratar sus servicios. Así las cosas, algunos Estados de la vieja Europa decidieron, durante el último cuarto del siglo XX, implantar este sistema de expulsión controlada llamado “becas Erasmus” para lograr, además del descanso que debe suponerles a los progenitores de estos adolescentes, por más que ellos simulen apego, preocupación e, incluso, a veces, desesperación por su marcha, los tres objetivos más arriba mencionados: que los adolescentes aprendan y respeten los conocimientos y los rituales de sus antepasados, que inicien y desarrollen su competencia sexual, y que adquieran las aptitudes necesarias para las artes y prácticas militares. En lo que sigue de este documento me atengo a recoger, de forma no sistemática, declaraciones de los mismos becados acerca de estos asuntos para que las autoridades interplanetarias, que tengan a bien leer este anexo, puedan conocerlas y evaluar si se hace necesario o meramente conveniente un análisis más completo y exhaustivo que el presente. De la lectura de los tres documentos que siguen podrá desprenderse la idea que manifiesto en este anexo al informe principal ya enviado: que no parece comprensible por qué han llegado a la conclusión a la que han llegado estos terrícolas y por qué siguen manteniendo esta conducta a pesar de lo desastrosos que son sus resultados. Pero como venimos manteniendo desde el principio: los homúnculos terrícolas no son predecibles.
Documento número 1: palabras interceptadas por un satélite espacial y emitidas por un homúnculo adolescente de sexo masculino: “Adiós fracaso; bienvenida Irlanda, me espera Lublin”. Nota: son difíciles de explicar los motivos por los que la mayor parte de estos individuos muestran tanta ignorancia respecto a la geografía física de los territorios que visitan.
Documento número 2: interceptado de una llamada telefónica desde el terminal de una homúncula que conversaba con otra y le contaba alguna experiencia que todavía no llegamos a comprender. Son tantas las investigaciones que aún debemos concluir y son tan impredecibles estos terrícolas...: “Bestial, Susana. Bestial. Hacía apenas unas horas que no nos veíamos, pero llegó como un torrente. Yo estaba en la ducha, cuando escuché que abría la puerta del piso y después la del baño. Con cautela, pero sin candidez se coló en la bañera. Primero se enjabonó él y después me enjabonó a mí mientras yo le decía: “Oye, pero qué haces”. Y él como si nada, como si le hablase a las paredes. Parecía un cazador furtivo con mucha decisión y con las ideas muy claras, y yo parecía su presa, pero presa presa, Susana. No te puedes imaginar la fuerza que emite esa convicción que tiene. Luego me pasó la lengua por todas partes y yo también a él. Me hacía sentir la mujer más querida y deseada del mundo. Su piel, finísima, cubría unos músculos poderosos, sin nada de grasa. Y ya no te cuento más, Susanita, que lo que me siguió haciendo no puede describirse con palabras y menos a una amiga como tú. Besos, Susanita. Ya te contaré cómo me va yendo en esta maravillosa y ya no tan fría ciudad de Copenhage.”
Documento número 3 y último: frases extraídas de un email enviado desde la cuenta personal de un homúnculo de sexo masculino a un coetáneo de su mismo sexo, a quien en alguna ocasión llama con el apelativo cariñoso, poco comprendido aún, de “amigo”: “creí que el zurdo me iba a matar. Por ello, antes de salir de mi choza me metí la navaja en el bolsillo derecho y una toalla en la mochila, ya sabes, para cubrirme el brazo izquierdo y recibir con él los ataques afilados del animal, como nos enseñó el viejo Evaristo en el campo de la iglesia, ¿recuerdas? Amigo, sabes que nunca he sido ni peleón ni bravucón, pero ese animal me había amenazado delante de todos, iba a venir a por mí, yo lo sabía y no por ello iba yo a quedarme encerrado o debajo de la cama. Así que me metí la navaja en el bolsillo, enrollé la toalla en el interior de la mochila y salí a las calles de esta puta de Berlín, donde hay más turcos y moros de mierda que alemanes. Amigo, si el führer levantara la cabeza, seguro que se suicidaba el cabrón. El zurdo es feo de cojones, amigo. Se parece al demonio, el moro de mierda ese. Pues no que fue a lo del francés gritando que yo le había robado a la novia y quinientos euros. Será cabrón, el zurdo guarro de los cojones. La Polaca se vino conmigo la otra noche porque ella quiso, porque ella quiso; él sabrá por qué lo hizo. ¿Y el dinero? ¿Pero de qué dinero habla? Yo ya le pagué la buharda la semana pasada, pero el cabrón estaba tan borracho que lo mismo ni se acuerda, el maricón. Estoy desesperado, amigo. No sé que hacer, si correr sin parar hasta llegar al pueblo o ir a lo del francés a decirle a ese cabrón de mierda que es un cabrón y que ya le pagué y que la Nena está conmigo porque él es un maricón y un moro de mierda. Su cara me da náuseas, amigo. Yo soy más hombre que el maldito zurdo de los cojones. No te imaginas lo delicado y fino que se pone cuando habla y sabe que todos le están mirando. Entonces parece una mujer, el maricón...”

Antes de terminar este anexo al informe previo querría aclarar el motivo por el que, he creído averiguar, se ha utilizado el nombre de Erasmus para referirse a este sistema de expulsión controlada propio de la vieja Europa. El nombre latino debe inspirarse en Desiderius Erasmus, natural de Rotterdam, nombre y procedencia de un humanista antipático que se conoció en su época, aparte de por sus meticulosas observaciones -más luteranas que racionalistas de lo que pudiera parecer a lectores poco cautos- frente a la superstición y a la mentira, por verter inmundicias en sus escritos cuando se refería a las ciudades en las que tenía a bien hospedarse o incluso residir por un tiempo prolongado. Véase, por ejemplo, las frases que le dedicara a la bellísima ciudad de Friburgo y a su ejemplar Casa de la Ballena, hoy lugar de peregrinación controlada.

Fdo.: Aixalag al ed Nórim, BAHKA-1581.

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