FICCIÓN PRIMERA:
Carta I:
Estos textos fueron encontrados en una estrecha caja de caoba olvidada en el fondo de un cajón de la mesita de noche de un dormitorio antiguo en un piso viejo del centro de Madrid. Todo indica que son fragmentos de una carta firmada en 1912 por una mujer de veintisiete años, María Amalia Gómez Gutiérrez, de quien nada sabemos salvo la fecha de su nacimiento (1885) y de su muerte (1920), porque alguna mano -quizá la de quien guardase la carta, quizá la persona anónima a quien iba dirigida-, la había anotado en el sobre que la contenía. La carta está muy deteriorada por el tiempo y la humedad, y sólo se conservan los siguientes trece fragmentos (los puntos suspensivos indican siempre frases ilegibles):
Fragmento número uno:
“Los caminos siempre son inciertos y, por ello, no creo que nadie se sienta absolutamente seguro en ningún momento de su vida. Querer orientarse en medio de un mar desconocido no puede ser una actitud calificada de soberbia, sino más bien de honestidad: al menos yo trato de ponerme en claro a mí misma a cada instante. Afortunadamente cuento con mis prejuicios (¿de dónde vendrán o adónde me conducirán?). Con ellos juzgo y por ellos me distingo. Ellos me definen. Si mis prejuicios fuesen otros, yo misma sería otra: no es lo mismo el mar para un poeta que para un pescador. Lo real ni es uniforme ni unívoco. ¡Tantas realidades, tantos puntos de vista! O, lo que viene a ser lo mismo, toda vida, que se sabe vivida, acaba convertida en alegoría. Ésta, la alegoría, no es más que decir-de-algo (desde fuera de ese algo, como todo decir requiere)...”
Fragmento número dos:
“... pensar lo imposible no consigue hacerlo real, conduce sólo a la melancolía. Pensar la realidad es imposible, como coger agua con las manos. Por ello, la filosofía no puede ser más que melancólica (a no ser que sea un sucedáneo de filosofía), y sin filosofía no hay orientación posible...”
Fragmento número tres:
“... la necesidad de vivir es la fuente de la que manan los recursos...”
Fragmento número cuatro:
“... si a lo lejos veo algo que destaca sobre la línea del horizonte, ¿qué será? Si me voy acercando comienzo a ver con más claridad: configuro el ser de lo que no era todavía más que una mancha borrosa... Así es mi vida: amo y no sé qué ni a quién ni por qué. No sé lo que es el amor,... ¡qué lejos aún!... Vivo y no sé lo que es la vida...”
Fragmento número cinco:
“Quisiera que todos estuviésemos dotados de los mismos instintos, de idénticos prejuicios, de la misma sentimentalidad, pero... esta es la prueba de la inexistencia de Dios.
”Mi ser es mi vida y mi vida son mis relaciones. Si me falta el más leve de mis motivos, yo ya no soy yo... No te puedes ir... Las relaciones son el ser de la vida: cada nuevo paso que damos explota en mil nuevos senderos posibles y tú eres la mayor de mis encrucijadas.”
Fragmento número seis:
“... no estoy triste porque no pueda retenerte, estoy triste porque te vas.
”Éste es el sentido de lo trágico: retenerte me resultaría groseramente fácil, lo trágico es que tú quieras marcharte... Nunca me gustaron los artificios, lo sabes, y si resulto sofisticada es, justamente, por evitar la vulgaridad...”
Fragmento número siete:
“...¿qué suele nacer de una tragedia? ¿Lo sabes tú? ¿Tal vez el arte? No deseo que mi biografía se convierta, con el discurrir de los años, en una obra de arte... ¿En qué instante del pasado nació, inconsciente, oculto, taimado, el deseo de marcharte? ¿Era necesario ese instante o fue una quiebra repentina del destino? ¿Una mirada, una sonrisa, una palabra, un gesto? ¿Qué fue?...”
Fragmento número ocho:
“A veces creo que la más ligera brisa contribuye a la conformación total del Universo, que sería otro sin ella...”
Fragmento número nueve:
“... entonces me gustaba observarte viniendo hacia mí...”
Fragmento número diez:
“¡Qué confusión histórica!”
Fragmento número once:
“... fueron mis besos y mis caricias quienes te hicieron real...”
Fragmento número doce:
“... feliz instante el que nos colocó uno frente al otro. El espacio entre nosotros se estrechó en la misma proporción en que se dilató el que nos rodeaba, separándonos del mundo ¡Y cuán lejos de todos llegamos a estar!... Tú eras todas mis respuestas. Cada uno de tus besos resolvía todos mis enigmas, que volvían a surgir conforme te alejabas... Perdurarás en mí... Me creaste con tus besos y en tus besos.
Fragmento final:
“¿Dónde está el paraíso? ¡Qué pregunta más triste, verdad? ¡Qué vida más miserable la de quien esto indaga! Mi paraíso estuvo contigo...”
1 comentario:
Es lógico que el destinatario conservara la carta y que la tenga estropeada de tanto releerla...
Seguir viviendo con algo así, qué duro!
Saludos
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