FICCIÓN SEGUNDA:
Cartas II-VI:
Sebastiana González Maldonado había nació en la calle Larios de Málaga en el año de 1890. Los fragmentos legibles de las siguiente cartas están fechados entre el quince de febrero y el veinte de julio de 1912, cuando su autora frisaba los veintidós años. La siguiente es la primera de una corta serie de cinco cartas que se encontraba en un cajón de la cómoda del dormitorio de doña Julia Maldonado Cáceres, madre de Sebastiana. De estas cartas se tuvo conocimiento el 24 de septiembre de 1928, fecha de la muerte de doña Julia. La primera carta consta de los siguientes cinco fragmentos:
Fragmento número uno:
“Hola, madre:
”No es tanto el frío que hace por aquí (...), (...) Madrid es una ciudad tan enorme (...) te cansas de andar antes de que se te acaben las calles. Aunque el trabajo no se termina nunca, el señor Guajardo se porta muy bien conmigo. Pasa mucho tiempo enseñándome todos los rincones de la tienda, todos los tipos de tejidos, todos los hilos y colores,... Creo que dentro de uno o dos meses ya dominaré todos los sectores del negocio (...)”.
Fragmento número dos:
“(...) Me levanto muy temprano, como me dijiste que debía hacer; me lavo un poco, desayuno, me arreglo y salgo para el centro. Andando, andando llego a la tienda a eso de las ocho y media. El señor Guajardo ya está dentro esperándome y haciendo cuentas. Me da un vaso de leche caliente antes de ponernos a ordenar la tienda y a estudiar los alabaranes, los tejidos, (...) Es muy atento.
Cerramos a eso de las dos y vamos a comer a un restaurante que hay dos calles más abajo. Vamos los tres, Marcos, otro dependiente como yo, de unos veinticinco años y algo pálido, Enriqueta, una dependienta de una tienda de zapatos que está al lado de la nuestra y yo. El señor Guajardo no suele venir, pero cuando lo hace lo celebramos mucho, porque comemos mejor (...)”.
Fragmento número tres:
“(...) Para las cuatro ya estamos de vuelta en la tienda.
”Yo suelo salir a eso de las ocho si no hay mucha faena. Marcos se queda algo más, hasta las ocho y media o las nueve”.
Fragmento número cuatro:
“(...) Entonces sí me aburro un poco, porque hasta la hora de dormir no tengo nada que hacer: paseo, ceno algo y después me voy a mi habitación. Doña Consuelo es muy amable y me deja estar en la sala de estar hasta que me entra sueño (...)”.
Fragmento número cinco:
“Ya le seguiré contando, madre. Escríbame a esta misma dirección y cuénteme cómo está usted y padre. Reciba un beso fuerte.
”Sebastiana”.
De la segunda carta sólo es legible el siguiente fragmento:
Fragmento único:
“(...) Ya sé que no es posible penetrar el alma de un hombre a partir del análisis de su sombra y, además Enriqueta me ha dicho que me olvide, que tiene novia formal, que vive con ella y que no están casados. También sé lo que va usted a decirme. (...), pero ¡hoy el amor es tan impopular!. Ayer, le esperé a que cerrara, y salimos juntos. Primero cenamos algo en el bar de Antonio Porras y después fuimos al cinematógrafo. Ponían un film de risa. No parábamos de reír cuando él me echó el brazo por encima del hombro (...)”.
De la tercera carta sólo se conserva la nota siguiente:
Fragmento único:
“(...) Enriqueta no sabe leer. Me dijo que le leyera la carta que le había escrito su hermano desde Medina del Campo. Le contaba que debía volver rápidamente, que su madre llevaba días enferma, que parecía que no se recuperaría, que la llamaba continuamente, que debía volver pronto. Hoy no ha venido a la zapatería. Estoy preocupada por ella. Después de leerle la carta se quedó muda, al principio. Estaba como ida, no triste, sino como si no estuviera dentro de su cuerpo. A Marcos y a mí nos daba una pena enorme. No me había fijado hasta ese momento en lo bonito que son sus ojos. Después le cambió la cara y parecía muy alegre. Sólo quería que la acompañásemos al bar de Antonio Porras a tomar unos vinos. Seguía estando fuera de sí. Marcos y yo la acompañamos a su habitación. Después nos fuimos juntos (...)”.
De la cuarta carta son legibles los tres fragmentos siguientes:
Fragmento número uno:
“Me dijo que mi conducta dejaba mucho que desear para una jovencita como yo. Que mis padres se avergonzarían de mí, dijo. ¡Qué le importará a él! Sólo quiere beneficios, sólo piensa en beneficios. El resto le incomoda, le sobra. Además, que no te lo he dicho, pero huele mal, huele a viejo”.
Fragmento número dos:
“(...) Su madre de ella ha muerto. Está mucho más delgada. Cuando me mira, sé que me riñe. No sé por qué lo hace, no dice palabra, pero sé que me riñe. Tal vez no sea Marcos quien no le caiga bien, tal vez sea yo. Empiezo a no soportar que me mire así. ¿Cómo conocer el destino esencial de una persona, madre (...)?”
Fragmento número tres:
“Los hombres se dividen en dos grupos: aquéllos que no entienden el amor, su naturaleza y su finalidad, y aquéllos que creen entenderlo. Marcos es de los primeros. (...) Si vivo es para vivir más (...)”.
De la quinta y última carta sólo se conserva el fragmento siguiente:
Fragmento único:
“(...) De pronto él se paró y se quedó mirando fijamente al otro extremo de la calle. Yo lo miré a él y luego a ella. Iba con abrigo gris largo, chal y sombrero. Sus ojos eran muy negros. Ella lo miraba a él. Él me miró a mí. Yo también lo miré a él. Seguimos andando hacia ella. Cuando pasamos por su lado ella lo agarró del brazo. Observé sus ojos brillantes. Él se paró, se sacudió de ella y seguimos andando. Noté cómo ella se giraba y nos miraba. Notaba su mirada en mi espalda, sus ojos en mi cuello. Seguimos andando. Nos alejamos de allí. Desde entonces no hemos vuelto a pasar por esa calle. Creo que ella se llama Amalia o Amelia”.
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