1.
La edición castellana de la extraordinaria y maravillosa novela del polaco Pawel Huelle, ¿Quién es Weiser Dawidek? -una de las mejores novelas escritas en Europa en la década de los ochenta- tiene en la portada un detalle del magnífico tríptico de Hans Memling, El Juicio universal, que puede observar el lector encima de estos renglones. Este cuadro fue pintado por el autor flamenco entre los años 1.466 y 1.473 por encargo del florentino Angelo di Jacopo Tani, director de las bancas de los Medici en la región Hanseática. Desde que lo secuestraran los piratas de Gdansk en el año de 1.473, hasta el año de 1.956, en que los soviéticos devolvieron el cuadro a Polonia, y a la ciudad y al museo donde hoy se encuentra, este tríptico aventurero ha estado en distintas manos famosas. La tabla central representa al Arcángel San Miguel pesando en una balanza un par de almas. A su alrededor una multitud de almas se debate entre ángeles y demonios negros para conseguir el cielo y evitar el fuego eterno. A las espaldas mismas del Arcángel un ángel alado y un igualmente alado demonio luchan por conseguir una de estas pobres almas. El Arcángel San Miguel es un guerrero incansable con cara de niño impasible que destruye a los demonios, al Demonio sin más. El ala derecha del tríptico representa la caída al Infierno y la izquierda la entrada al Paraíso. Si cerramos el ala derecha, podemos ver la pintura que queda detrás y que el lector de estos párrafos puede observar encima y a la derecha de estos renglones: nuevamente San Miguel Arcángel, espada en mano, luchando desapasionadamente contra un par de demonios que van surgiendo desde detrás y desde debajo de sus vestidos. El frío e insensible rostro de este Arcángel siempre me incitó a que interpretara a los demonios que lo rodean como representaciones no sólo del mal, sino también de lo falso, de lo inauténtico. Cuando San Miguel destruye a los demonios, al mismo tiempo destruye sus falsedades: la serpiente bíblica no era el demonio transmutado por ser mala, sino por ser embaucadora. Pero al destruir la mentira -que bien pudiera ser la sustancia del Arte- el Arcángel destruyó también su necesario e inevitable reverso: la Verdad. Así, este San Miguel de Memling -que se esconde tras la tabla que representa los horrores de la caída al Infierno- es el que da muerte definitiva a la Verdad, a ese monstruo multiforme, de varias cabezas, que decapitadas resurgen de nuevo -incesantemente- y se convierte, por ello, en el líder ideológico de todo lo que va a venir: Renacimiento, Modernidad, Contemporaneidad, Ultramodernidad (donde San Miguel mismo ha muerto, pues su vida ya no tiene sentido).
2.
Cualquier filosofía del arte o cualquier estética seria puede muy bien verse constreñida por un sistema -envilecido o no-, pero de lo que no puedo dudar es de que el Arte -con mayúsculas, en general- pueda ser sistematizado, salvo que la soberbia del filósofo serio o del crítico inepto le ciegue. Ninguna obra de arte tiene límites, más que los físicos: si hablamos de pintura por ejemplo, el marco. Chesterton indicó la paradoja: la esencia de todo cuadro es su marco . Las estéticas pueden convertirnos en eruditos, pero no en artistas. Sólo nuestros ojos, o manos, sólo nuestra alma puede ser educada en el Arte; claro que para ello es necesario que tengamos alma. La desemejanza es el principio del arte, las concomitancias su finalidad. "Puedo estar equivocado, pero lo que diré de Cimabue, de Giotto, de Masaccio, lo he sentido realmente delante de sus obras y las he visto siempre solo. Tengo horror de los cicerones de todas clases. He pasado en Toscana tres años de mi destierro y cada día lo empleé en ver un cuadro."(STENDHAL: Op. cit. Pág. 51.).
La edición castellana de la extraordinaria y maravillosa novela del polaco Pawel Huelle, ¿Quién es Weiser Dawidek? -una de las mejores novelas escritas en Europa en la década de los ochenta- tiene en la portada un detalle del magnífico tríptico de Hans Memling, El Juicio universal, que puede observar el lector encima de estos renglones. Este cuadro fue pintado por el autor flamenco entre los años 1.466 y 1.473 por encargo del florentino Angelo di Jacopo Tani, director de las bancas de los Medici en la región Hanseática. Desde que lo secuestraran los piratas de Gdansk en el año de 1.473, hasta el año de 1.956, en que los soviéticos devolvieron el cuadro a Polonia, y a la ciudad y al museo donde hoy se encuentra, este tríptico aventurero ha estado en distintas manos famosas. La tabla central representa al Arcángel San Miguel pesando en una balanza un par de almas. A su alrededor una multitud de almas se debate entre ángeles y demonios negros para conseguir el cielo y evitar el fuego eterno. A las espaldas mismas del Arcángel un ángel alado y un igualmente alado demonio luchan por conseguir una de estas pobres almas. El Arcángel San Miguel es un guerrero incansable con cara de niño impasible que destruye a los demonios, al Demonio sin más. El ala derecha del tríptico representa la caída al Infierno y la izquierda la entrada al Paraíso. Si cerramos el ala derecha, podemos ver la pintura que queda detrás y que el lector de estos párrafos puede observar encima y a la derecha de estos renglones: nuevamente San Miguel Arcángel, espada en mano, luchando desapasionadamente contra un par de demonios que van surgiendo desde detrás y desde debajo de sus vestidos. El frío e insensible rostro de este Arcángel siempre me incitó a que interpretara a los demonios que lo rodean como representaciones no sólo del mal, sino también de lo falso, de lo inauténtico. Cuando San Miguel destruye a los demonios, al mismo tiempo destruye sus falsedades: la serpiente bíblica no era el demonio transmutado por ser mala, sino por ser embaucadora. Pero al destruir la mentira -que bien pudiera ser la sustancia del Arte- el Arcángel destruyó también su necesario e inevitable reverso: la Verdad. Así, este San Miguel de Memling -que se esconde tras la tabla que representa los horrores de la caída al Infierno- es el que da muerte definitiva a la Verdad, a ese monstruo multiforme, de varias cabezas, que decapitadas resurgen de nuevo -incesantemente- y se convierte, por ello, en el líder ideológico de todo lo que va a venir: Renacimiento, Modernidad, Contemporaneidad, Ultramodernidad (donde San Miguel mismo ha muerto, pues su vida ya no tiene sentido).
2.
Cualquier filosofía del arte o cualquier estética seria puede muy bien verse constreñida por un sistema -envilecido o no-, pero de lo que no puedo dudar es de que el Arte -con mayúsculas, en general- pueda ser sistematizado, salvo que la soberbia del filósofo serio o del crítico inepto le ciegue. Ninguna obra de arte tiene límites, más que los físicos: si hablamos de pintura por ejemplo, el marco. Chesterton indicó la paradoja: la esencia de todo cuadro es su marco . Las estéticas pueden convertirnos en eruditos, pero no en artistas. Sólo nuestros ojos, o manos, sólo nuestra alma puede ser educada en el Arte; claro que para ello es necesario que tengamos alma. La desemejanza es el principio del arte, las concomitancias su finalidad. "Puedo estar equivocado, pero lo que diré de Cimabue, de Giotto, de Masaccio, lo he sentido realmente delante de sus obras y las he visto siempre solo. Tengo horror de los cicerones de todas clases. He pasado en Toscana tres años de mi destierro y cada día lo empleé en ver un cuadro."(STENDHAL: Op. cit. Pág. 51.).
2a.
Nuestro afán sistematizador es inagotable. Tan analizador, que nunca termina de completar su sistema. La obra de arte es escurridiza, se multiplica por instantes en todos sus minúsculos sectores: cuanto más análisis, más lejano el fin del diseño de sus posibles sistemas. Por el contrario, la única forma de abarcarla en su totalidad es dejarse llevar por las emociones que provoca en nuestra alma. Nuestros sentimientos son nuestra única guía posible, la única que yo admito en mis ensoñaciones. Si a alguien le sirve lo que cuento, que lo aproveche; si alguien está en desacuerdo con lo que cuento, que no se moleste en evangelizarme, porque ya estoy condenado, pero que tampoco se esfuerce en contradecirme, porque mi única guía es mi alma sensible, amanerada, viciada. Nada se impone más que una sensación.
2b.
Un sistema envilecido es aquel que cree que ha llegado a su fin. La soberbia es su estilo, la excesiva magnificencia, su empeño. ¿Estoy yo envilecido?
2c.
Todo artista sabe que cada pincelada, cada curva, cada letra ocupa un lugar único en la obra por su distinción, por su singularidad. Pero todo usuario, lector o contemplador de arte sabe que lo que admira le retiene por lo que le recuerda, por los lazos que muestra con todos las otras realidades de la obra y de fuera de la obra. Esto es lo extraordinario del arte, que cada obra va más allá de sí, que se evade de su esencia. Todos los grandes personajes de novelas se escapan de las pastas que los contienen, y yo un día llegué a morder una manzana de Velázquez. ¿Alguien puede negarlo? El único sentido de las estatuas es provocar la lujuria.
2d.
No soy ningún iconoclasta.
3.
No es necesario el talento artístico ni para vivir ni para convivir bellamente -en armonía-, virtuosamente -en concordia-. Más bien es al contrario: cuanto más sublime el talento, más difícil la convivencia y más amarga la vida. En cambio, suele ocurrir que cuando el talento aflora virginal durante la adolescencia -a veces incluso en la infancia-, su desarrollo y despliegue es inevitable. Si se educa correctamente -y ya explicaré cómo es ello posible- tenemos un Rafael de Urbino o un Víctor Hugo; pero si se le deja a su antojo, loco, apasionado, desvaído a veces, entonces los resultados pueden ser imprevisibles: tal vez un Van Gogh o un Lermontov, tal vez un Napoleón o un Alejandro Magno. Como una víbora, pequeña, brillante y hermosa -que se abre paso en la maleza por muy densa que ésta sea-, y sigilosamente se acerca a su ingenua y despistada presa, así el talento va abriéndose paso entre la muchedumbre y el desconcierto de sentimientos en el alma del artista, acechando y esperando la oportunidad de hacerse notar ante la multitud de extraños raros sin alma -¿cuerdos? No es cuestión de locuras-. Ni el ocio ni la opulencia ni el dinero pueden frenar a un alma sensible.
3a.
Sólo la contemplación artística nos enseña a pensar y sentir, y sólo la creación nos muestra que sentir y pensar es lo mismo.
3b.
Una vez vi a un esquizoide dibujando una madonna maravillosa en una servilleta de papel en un bar de copas. A pesar de su estado inhumano, su alma se le salía por los poros.
4.
No creamos que todo el que sienta temor -el más primitivo de los sentimientos de un alma- es un artista dormido. Cualquier tosco sujeto ha sentido miedo. Lo difícil y raro es sentir amor. El artista contemporáneo comienza su arte iniciado por el amor. Una vez leí la historia de un niño enloquecido de amor . ¡Qué gran artista hubiera llegado a ser si la locura no se hubiese adueñado de su alma! Después del amor, todas las pasiones. El artista debe pintar las pasiones a través de actos, pero no nos confundamos: lo que pretende son las pasiones, no los actos que retrata. Estos actos son el marco físico inevitable, la esencia de lo creado, pero lo que verdaderamente importa son los minúsculos y sublimes detalles que revelan las pasiones: un gesto, un ceño, un dedo, una mirada, un mechón de cabellos caídos ocultando a medias un ojo azul que observa intensa e impertinentemente. Todo artista sabe que los detalles que se dejan acariciar son los que lo engrandecerán.
4a.
La pasión se dice de muchas manera, pero sus maneras siempre son detalles minúsculos: una frase, una palabra, una letra,... pueden decir más que un grueso tratado de estética o de filosofía. Todo depende de la emoción y de nuestros sentidos. El arte no se observa con la razón, sino con la médula; nos eriza los bellos de la nuca.
4b.
La eternidad nada puede añadir a la plenitud de un instante.
Nuestro afán sistematizador es inagotable. Tan analizador, que nunca termina de completar su sistema. La obra de arte es escurridiza, se multiplica por instantes en todos sus minúsculos sectores: cuanto más análisis, más lejano el fin del diseño de sus posibles sistemas. Por el contrario, la única forma de abarcarla en su totalidad es dejarse llevar por las emociones que provoca en nuestra alma. Nuestros sentimientos son nuestra única guía posible, la única que yo admito en mis ensoñaciones. Si a alguien le sirve lo que cuento, que lo aproveche; si alguien está en desacuerdo con lo que cuento, que no se moleste en evangelizarme, porque ya estoy condenado, pero que tampoco se esfuerce en contradecirme, porque mi única guía es mi alma sensible, amanerada, viciada. Nada se impone más que una sensación.
2b.
Un sistema envilecido es aquel que cree que ha llegado a su fin. La soberbia es su estilo, la excesiva magnificencia, su empeño. ¿Estoy yo envilecido?
2c.
Todo artista sabe que cada pincelada, cada curva, cada letra ocupa un lugar único en la obra por su distinción, por su singularidad. Pero todo usuario, lector o contemplador de arte sabe que lo que admira le retiene por lo que le recuerda, por los lazos que muestra con todos las otras realidades de la obra y de fuera de la obra. Esto es lo extraordinario del arte, que cada obra va más allá de sí, que se evade de su esencia. Todos los grandes personajes de novelas se escapan de las pastas que los contienen, y yo un día llegué a morder una manzana de Velázquez. ¿Alguien puede negarlo? El único sentido de las estatuas es provocar la lujuria.
2d.
No soy ningún iconoclasta.
3.
No es necesario el talento artístico ni para vivir ni para convivir bellamente -en armonía-, virtuosamente -en concordia-. Más bien es al contrario: cuanto más sublime el talento, más difícil la convivencia y más amarga la vida. En cambio, suele ocurrir que cuando el talento aflora virginal durante la adolescencia -a veces incluso en la infancia-, su desarrollo y despliegue es inevitable. Si se educa correctamente -y ya explicaré cómo es ello posible- tenemos un Rafael de Urbino o un Víctor Hugo; pero si se le deja a su antojo, loco, apasionado, desvaído a veces, entonces los resultados pueden ser imprevisibles: tal vez un Van Gogh o un Lermontov, tal vez un Napoleón o un Alejandro Magno. Como una víbora, pequeña, brillante y hermosa -que se abre paso en la maleza por muy densa que ésta sea-, y sigilosamente se acerca a su ingenua y despistada presa, así el talento va abriéndose paso entre la muchedumbre y el desconcierto de sentimientos en el alma del artista, acechando y esperando la oportunidad de hacerse notar ante la multitud de extraños raros sin alma -¿cuerdos? No es cuestión de locuras-. Ni el ocio ni la opulencia ni el dinero pueden frenar a un alma sensible.
3a.
Sólo la contemplación artística nos enseña a pensar y sentir, y sólo la creación nos muestra que sentir y pensar es lo mismo.
3b.
Una vez vi a un esquizoide dibujando una madonna maravillosa en una servilleta de papel en un bar de copas. A pesar de su estado inhumano, su alma se le salía por los poros.
4.
No creamos que todo el que sienta temor -el más primitivo de los sentimientos de un alma- es un artista dormido. Cualquier tosco sujeto ha sentido miedo. Lo difícil y raro es sentir amor. El artista contemporáneo comienza su arte iniciado por el amor. Una vez leí la historia de un niño enloquecido de amor . ¡Qué gran artista hubiera llegado a ser si la locura no se hubiese adueñado de su alma! Después del amor, todas las pasiones. El artista debe pintar las pasiones a través de actos, pero no nos confundamos: lo que pretende son las pasiones, no los actos que retrata. Estos actos son el marco físico inevitable, la esencia de lo creado, pero lo que verdaderamente importa son los minúsculos y sublimes detalles que revelan las pasiones: un gesto, un ceño, un dedo, una mirada, un mechón de cabellos caídos ocultando a medias un ojo azul que observa intensa e impertinentemente. Todo artista sabe que los detalles que se dejan acariciar son los que lo engrandecerán.
4a.
La pasión se dice de muchas manera, pero sus maneras siempre son detalles minúsculos: una frase, una palabra, una letra,... pueden decir más que un grueso tratado de estética o de filosofía. Todo depende de la emoción y de nuestros sentidos. El arte no se observa con la razón, sino con la médula; nos eriza los bellos de la nuca.
4b.
La eternidad nada puede añadir a la plenitud de un instante.
5.
El poder, la belleza y el obtuso amor forman un triángulo equilátero. La geometría también contribuye a construir la esencia del Arte.
5a.
"¿Cuáles son los límites del Arte?". "Los mismos que los de tu alma, mi Phriné. No los tiene."
6.
Aunque los entiendo, odio a los manipuladores del arte. Sacerdotes, políticos y cuantos predicadores fueron -y serán- se valen del Arte para sus negocios. Si yo fuese como ellos no dudaría en seguirles; pero ¿y si surgiera entre sus tropas un artista? Todos temblando, también yo. Lo que no puede la fuerza, lo pueden la bondad o la belleza. Es fácil olvidar la fórmula de la gravitación universal, pero es imposible que me olvide, mi Phriné, del poder de atracción de tus ojos.
6a.
El verdadero sentido de la historia es mostrarnos cómo la violencia se vuelve siempre contra sí misma.
7.
¿Acaso nada puede alterar al alma? Por supuesto nada puede proporcionarnos un alma si es que carecemos de ella, pero alterarla, excitarla, troquelarla, claro es que sí: una palabra, un guiño, una melodía, un dibujo, una curva, actúan en nuestra alma impresionándola. Y lo que es más sublime aún: la propia alma no puede negarse a ser impresionada, no puede cerrar sus ventanas a sus propias emociones, ensoñaciones: para vivir bien necesitamos ropa limpia y soleada. Crear es recordar, pero solemos olvidar que recordar es también crear, inventar, relacionar. El maravilloso limbo -nimbo- de las concomitancias.
¿Existe algún alma tan fría que no pueda sentir? Existen los salvajes y son tropa. ¡Si enseñar a sentir fuese tan fácil como enseñar matemáticas! Claro que no son pocos los burdos, los bastos, los vulgares, los fariseos; pero qué felicidad cuando percibimos un mínimo gesto de comprensión en alguno de ellos. ¿Dónde está el evangelista que nos enseñe a amar? Si el Paraíso no fuese una invención estúpida e interesada, se parecería mucho a un mundo gobernado por el Arte, donde todos sus habitantes fuesen admiradores y creadores de obras de arte.
El maravilloso mundo de las concomitancias: coto privado para las almas que sienten. Las groseras objeciones del vulgo no logran taladrar sus leves -ausentes- límites.
La imaginación es el instrumento imprescindible de la memoria. Cuanto más fiel el recuerdo, más enmascarada y sublime la imaginación. "- ¿Podemos recordar lo nunca vivido?". "- Sólo podemos recordar lo no vivido, aunque -divina imaginación- lo recordemos como ya sentido."
8.
Pero a veces un alma sensible se niega a sentir lo que siente. Esta es la mayor de las desgracias: un alma sensible y cobarde. ¡Cuánto sufrimiento inútil! Sólo en este caso y después de repetidos y variados intentos de corregir la cobardía ante sí mismo, está justificado el suicidio. Aunque, bien pensado, merecería este alma el castigo de la vida eterna por ser tan cobarde.
El poder, la belleza y el obtuso amor forman un triángulo equilátero. La geometría también contribuye a construir la esencia del Arte.
5a.
"¿Cuáles son los límites del Arte?". "Los mismos que los de tu alma, mi Phriné. No los tiene."
6.
Aunque los entiendo, odio a los manipuladores del arte. Sacerdotes, políticos y cuantos predicadores fueron -y serán- se valen del Arte para sus negocios. Si yo fuese como ellos no dudaría en seguirles; pero ¿y si surgiera entre sus tropas un artista? Todos temblando, también yo. Lo que no puede la fuerza, lo pueden la bondad o la belleza. Es fácil olvidar la fórmula de la gravitación universal, pero es imposible que me olvide, mi Phriné, del poder de atracción de tus ojos.
6a.
El verdadero sentido de la historia es mostrarnos cómo la violencia se vuelve siempre contra sí misma.
7.
¿Acaso nada puede alterar al alma? Por supuesto nada puede proporcionarnos un alma si es que carecemos de ella, pero alterarla, excitarla, troquelarla, claro es que sí: una palabra, un guiño, una melodía, un dibujo, una curva, actúan en nuestra alma impresionándola. Y lo que es más sublime aún: la propia alma no puede negarse a ser impresionada, no puede cerrar sus ventanas a sus propias emociones, ensoñaciones: para vivir bien necesitamos ropa limpia y soleada. Crear es recordar, pero solemos olvidar que recordar es también crear, inventar, relacionar. El maravilloso limbo -nimbo- de las concomitancias.
¿Existe algún alma tan fría que no pueda sentir? Existen los salvajes y son tropa. ¡Si enseñar a sentir fuese tan fácil como enseñar matemáticas! Claro que no son pocos los burdos, los bastos, los vulgares, los fariseos; pero qué felicidad cuando percibimos un mínimo gesto de comprensión en alguno de ellos. ¿Dónde está el evangelista que nos enseñe a amar? Si el Paraíso no fuese una invención estúpida e interesada, se parecería mucho a un mundo gobernado por el Arte, donde todos sus habitantes fuesen admiradores y creadores de obras de arte.
El maravilloso mundo de las concomitancias: coto privado para las almas que sienten. Las groseras objeciones del vulgo no logran taladrar sus leves -ausentes- límites.
La imaginación es el instrumento imprescindible de la memoria. Cuanto más fiel el recuerdo, más enmascarada y sublime la imaginación. "- ¿Podemos recordar lo nunca vivido?". "- Sólo podemos recordar lo no vivido, aunque -divina imaginación- lo recordemos como ya sentido."
8.
Pero a veces un alma sensible se niega a sentir lo que siente. Esta es la mayor de las desgracias: un alma sensible y cobarde. ¡Cuánto sufrimiento inútil! Sólo en este caso y después de repetidos y variados intentos de corregir la cobardía ante sí mismo, está justificado el suicidio. Aunque, bien pensado, merecería este alma el castigo de la vida eterna por ser tan cobarde.
9.
Para ser espectador o usuario de obras de arte, no hace falta ser un sabio.
9a.
Deleitarse requiere conocimientos, pero esos no deben ocultarnos lo fundamental. Es más habitual encontrarse con sabios salvajes que con villanos plañentes.
10.
No es tarea fácil la de amar, y sentirnos amado no nos la facilita.
10a.
Lo bello es amar. Sentirnos amado es sólo una circunstancia feliz, pero innecesaria; a veces, incluso contraproducente.
11.
¿Se puede medir la grandeza de un alma? ¿Se pueden medir la variedad y la calidad de los sentires de un alma? Esta es la investigación que deben iniciar hoy los estetas si quieren dedicar su tiempo a algo interesante y no a monsergas trasnochadas, absurdas, falsas y sin calado intelectual o moral.
12.
Cuando el artista no está contento con su obra o la destruye -lo que lo dignifica- o la adorna inútil y ridículamente con recursos hueros, fáciles y capciosos -lo que dignifica a la obra, pero avergüenza al espectador, que se siente traicionado por el artista-. Si el artista es muy exigente consigo y con su obra, entonces puede llegar a incendiar sus creaciones y a sí mismo con ellas.
12a.
Cuando el gran artista ruso Nikolai Vasilievich Gogol se enfrentó al monstruoso Chíchikov que había creado en la segunda parte de Almas muertas decidió que lo mejor era dejar que el fuego lo consumiese. Algún crítico, cegado por el fogonazo artístico de Gogol, ha llegado a afirmar que éste incendió su afán creador, literario en nombre de los votos piadosos que acababa de tomar.
12b.
El Manuscrito carmesí debió ser incendiado por su autor, y así debe hacerse antes de que la obra lo consuma a él por tanto esfuerzo que requiere su defensa.
13.
A veces incluso pueden las estéticas corromper el gusto. ¿Cómo? Alterando maliciosamente las sensaciones en el alma del usuario. ¡Somos tan moldeables! ¡Tan sutiles! Si calificásemos de locos a todos los que confunden sus sensaciones, entonces no existirían los cuerdos más que en las almas de los locos. ¿Pueden los locos recordar cuando estaban cuerdos?
14.
Cuando el artista imita la naturaleza tiende a exagerarla. ¿Por qué? ¿Es esto, acaso, inevitable? Toda creación es recuerdo y en todo recuerdo se mezclan necesariamente vivencias distantes que se enlazan con sentires apenas parecidos (concomitancias): esto es la imaginación y la inteligencia. Muchos lo llaman idealización. Algunos osan calificarla de ingenua -los muy romos no ven más allá de sus cortas narices-.
14a.
Todo lo que decimos es una idealización, una sustitución. El nombre sustituye al ser que nombra. Y duran más los nombres que los seres. Nosotros mismos somos sustituidos por nuestros nombres. Somos una metáfora que piensa y siente. ¿Es que nunca habéis visto a una metáfora caminando?
15.
El amaneramiento nos da tanta fama como gloria nos resta. No obstante, algunos artista no pueden más que dejarse llevar por su amaneramiento exagerado. A veces, la voluntad no tiene más remedio que plegarse al temperamento.
15a.
De entre los amanerados sólo me gustan mis contemporáneos.
16.
La seca imitación no garantiza el arte, es más nos aleja de él. Toda copia debe ser inteligente. Como vulgares rameras de rancio burdel, las ideas no están sujetas a ningún compromiso de fidelidad. Nadie las tiene en propiedad. Tampoco los actos y sus relatos pertenecen a nadie. Mas todas las almas son dueñas de sus recuerdos y sólo uno mismo puede ser el eje de su memoria. ¿Egocentrismo, egolatría,... solipsismo? Tal vez no sea más que una voluntad delicada, exánime. ¡Ah, si la voluntad tuviera arterias!
16a.
¡Ah, si pudiéramos prescindir de nuestros recuerdos a voluntad! A veces las imágenes se imponen más que la realidad. A veces las cosas se vuelven transparentes y reflejan lo lejano, lo vivido, lo soñado, lo anhelado, lo que fuimos, lo que somos,... lo que seremos.
Para ser espectador o usuario de obras de arte, no hace falta ser un sabio.
9a.
Deleitarse requiere conocimientos, pero esos no deben ocultarnos lo fundamental. Es más habitual encontrarse con sabios salvajes que con villanos plañentes.
10.
No es tarea fácil la de amar, y sentirnos amado no nos la facilita.
10a.
Lo bello es amar. Sentirnos amado es sólo una circunstancia feliz, pero innecesaria; a veces, incluso contraproducente.
11.
¿Se puede medir la grandeza de un alma? ¿Se pueden medir la variedad y la calidad de los sentires de un alma? Esta es la investigación que deben iniciar hoy los estetas si quieren dedicar su tiempo a algo interesante y no a monsergas trasnochadas, absurdas, falsas y sin calado intelectual o moral.
12.
Cuando el artista no está contento con su obra o la destruye -lo que lo dignifica- o la adorna inútil y ridículamente con recursos hueros, fáciles y capciosos -lo que dignifica a la obra, pero avergüenza al espectador, que se siente traicionado por el artista-. Si el artista es muy exigente consigo y con su obra, entonces puede llegar a incendiar sus creaciones y a sí mismo con ellas.
12a.
Cuando el gran artista ruso Nikolai Vasilievich Gogol se enfrentó al monstruoso Chíchikov que había creado en la segunda parte de Almas muertas decidió que lo mejor era dejar que el fuego lo consumiese. Algún crítico, cegado por el fogonazo artístico de Gogol, ha llegado a afirmar que éste incendió su afán creador, literario en nombre de los votos piadosos que acababa de tomar.
12b.
El Manuscrito carmesí debió ser incendiado por su autor, y así debe hacerse antes de que la obra lo consuma a él por tanto esfuerzo que requiere su defensa.
13.
A veces incluso pueden las estéticas corromper el gusto. ¿Cómo? Alterando maliciosamente las sensaciones en el alma del usuario. ¡Somos tan moldeables! ¡Tan sutiles! Si calificásemos de locos a todos los que confunden sus sensaciones, entonces no existirían los cuerdos más que en las almas de los locos. ¿Pueden los locos recordar cuando estaban cuerdos?
14.
Cuando el artista imita la naturaleza tiende a exagerarla. ¿Por qué? ¿Es esto, acaso, inevitable? Toda creación es recuerdo y en todo recuerdo se mezclan necesariamente vivencias distantes que se enlazan con sentires apenas parecidos (concomitancias): esto es la imaginación y la inteligencia. Muchos lo llaman idealización. Algunos osan calificarla de ingenua -los muy romos no ven más allá de sus cortas narices-.
14a.
Todo lo que decimos es una idealización, una sustitución. El nombre sustituye al ser que nombra. Y duran más los nombres que los seres. Nosotros mismos somos sustituidos por nuestros nombres. Somos una metáfora que piensa y siente. ¿Es que nunca habéis visto a una metáfora caminando?
15.
El amaneramiento nos da tanta fama como gloria nos resta. No obstante, algunos artista no pueden más que dejarse llevar por su amaneramiento exagerado. A veces, la voluntad no tiene más remedio que plegarse al temperamento.
15a.
De entre los amanerados sólo me gustan mis contemporáneos.
16.
La seca imitación no garantiza el arte, es más nos aleja de él. Toda copia debe ser inteligente. Como vulgares rameras de rancio burdel, las ideas no están sujetas a ningún compromiso de fidelidad. Nadie las tiene en propiedad. Tampoco los actos y sus relatos pertenecen a nadie. Mas todas las almas son dueñas de sus recuerdos y sólo uno mismo puede ser el eje de su memoria. ¿Egocentrismo, egolatría,... solipsismo? Tal vez no sea más que una voluntad delicada, exánime. ¡Ah, si la voluntad tuviera arterias!
16a.
¡Ah, si pudiéramos prescindir de nuestros recuerdos a voluntad! A veces las imágenes se imponen más que la realidad. A veces las cosas se vuelven transparentes y reflejan lo lejano, lo vivido, lo soñado, lo anhelado, lo que fuimos, lo que somos,... lo que seremos.
17.
No son las ciencias y las artes dos montañas separadas por un valle angosto y un torrente invadeable. Más bien son las dos laderas que conducen a la misma cumbre. El científico es un artista que gusta de replegarse a los hechos, sin percatarse de que los hechos están en su cabeza; el artista es un científico que no puede desprenderse de sus sentimientos, sin percatarse de que éstos son tan reales como los mismos actos que los motivan. Platón, quien nunca dudó de esta verdad, odiaba tanto a los poetas como a los físicos: sólo se admitía a sí mismo: ¿ególatra, entonces? No lo creo: su voluntad debía estar llena de sangre.
18.
¿Acaso hemos olvidado que el arte requiere necesariamente de la geometría?
18a.
El triángulo equilátero es el fulcro para la comprensión del amor.
19a.
¿Qué difícil, raro y hermoso es comprender al ajeno?
No son las ciencias y las artes dos montañas separadas por un valle angosto y un torrente invadeable. Más bien son las dos laderas que conducen a la misma cumbre. El científico es un artista que gusta de replegarse a los hechos, sin percatarse de que los hechos están en su cabeza; el artista es un científico que no puede desprenderse de sus sentimientos, sin percatarse de que éstos son tan reales como los mismos actos que los motivan. Platón, quien nunca dudó de esta verdad, odiaba tanto a los poetas como a los físicos: sólo se admitía a sí mismo: ¿ególatra, entonces? No lo creo: su voluntad debía estar llena de sangre.
18.
¿Acaso hemos olvidado que el arte requiere necesariamente de la geometría?
18a.
El triángulo equilátero es el fulcro para la comprensión del amor.
19.
Los sin alma suelen llamar locas a las almas sensibles. ¡Qué elogio! ¡Qué certificado de desemejanza! ¡Qué título más noble! ¡Pagaría por que me lo llamasen a diario mis toscos vecinos! ¡Cuánto ruido arman! ¿Acaso ignoran que, aunque en silencio, uno respira? Tal vez sus ronquidos y sus rebuznos les impidan oír la música de las esferas cristalinas.
Los sin alma suelen llamar locas a las almas sensibles. ¡Qué elogio! ¡Qué certificado de desemejanza! ¡Qué título más noble! ¡Pagaría por que me lo llamasen a diario mis toscos vecinos! ¡Cuánto ruido arman! ¿Acaso ignoran que, aunque en silencio, uno respira? Tal vez sus ronquidos y sus rebuznos les impidan oír la música de las esferas cristalinas.
19a.
¿Qué difícil, raro y hermoso es comprender al ajeno?
20.
El único fin de la vida es pensar y sentir (pensar o sentir). El arte es la expresión de lo que pensamos y sentimos. Nada más. Las técnicas diversas que utilizan los artistas no son más que los instrumentos para expresar y comunicar lo pensado y lo sentido. Necesarias, son simples medios. Las almas negras, los pedantes se complacen en la observación de las técnicas y olvidan lo fundamental. Les falta de inteligencia lo que les sobra de soberbia.
20a.
Seguir de cerca las técnicas y sentir sus evoluciones y logros es una exquisitez similar a la degustación de mi licor favorito.
21.
Sólo si se nos es permitido un instante de desamor, podemos juzgar a un artista. Mientras le amemos nuestro juicio estará viciado. Pero el desamor frente al arte no es posible, ni un fugaz instante. El odio, aunque improbable, tampoco nos permitiría un juicio que reflejara el mérito real de la obra.
El único fin de la vida es pensar y sentir (pensar o sentir). El arte es la expresión de lo que pensamos y sentimos. Nada más. Las técnicas diversas que utilizan los artistas no son más que los instrumentos para expresar y comunicar lo pensado y lo sentido. Necesarias, son simples medios. Las almas negras, los pedantes se complacen en la observación de las técnicas y olvidan lo fundamental. Les falta de inteligencia lo que les sobra de soberbia.
20a.
Seguir de cerca las técnicas y sentir sus evoluciones y logros es una exquisitez similar a la degustación de mi licor favorito.
21.
Sólo si se nos es permitido un instante de desamor, podemos juzgar a un artista. Mientras le amemos nuestro juicio estará viciado. Pero el desamor frente al arte no es posible, ni un fugaz instante. El odio, aunque improbable, tampoco nos permitiría un juicio que reflejara el mérito real de la obra.
22.
Muchas veces los detalles sólo se dejan acariciar cuando escasean. Toda expresión es selección. No se trata de invadir la obra de detalles banales.
23.
"¿Qué es el asombro?". "Lo que expresa el artista empequeñecido ante su crítico."
Cada artista tiene su temple y por él -y sólo por él- debe dejarse llevar. No es tarea fácil ir perfilando el estilo propio, la falsedad con que cada artista reproduce sus memorias, su propia imaginación inteligente. Todo arte es engaño y todo artista un embaucador sincero -cree en lo que hace y que lo que hace es realmente-. ¿Hay algo más obtuso que un crítico empeñado en explicar el estilo de un artista al propio artista? Éste permanece indefectiblemente con la boca abierta (tal vez sea esto lo que el profesor Eco quería decir con lo de Opera Aperta).
24.
Ser apasionado es escoger siempre el camino equivocado, empeñarse en perseguir lo huidizo, despeñarse contra el propio destino -pergeñado únicamente por nuestro temperamento-. No todas las almas sensibles son apasionadas, pero sí todas las almas apasionadas son sensibles. Amar lo que no se dejar amar: este es el destino reservado a los extraordinarios y maravillosos desgraciados que ansían lo imposible. ¡Cómo los envidio! El peor desenlace de un alma apasionada no es equivocarse, sino acertar a los ojos de todos los demás: este es el mayor de los equívocos; entonces todos dejan de decirle loco y comienzan a llamarle ridículo. ¿Y qué hay más absurdo que una vida ridícula?
25.
Un niño enamorado nos muestra siempre lo enfermo que estamos, el estado miserable al que hemos llegado. Un niño enamorado provoca en nosotros tanto amor hacia él como odio a nosotros mismos.
26.
Me apena pensar en la inexistencia de los innovadores.
27.
Aunque en primer lugar nos encantan los detalles -porque éstos nos elevan sobre la materia-, cuando pasa el tiempo lo que más recordamos de una obra de arte es el barniz embaucador que tiñe de ficciones la realidad representada: el estilo,... el olor, el sabor y el color de cada alma sensible. Después de cinco años yo aún huelo el caldo de pescado en que se convirtió la playa de Gdansk en el excepcional verano de 1.957.
27a.
Todo cuanto ocurre es un acontecimiento extraordinario.
28.
¡Qué penosa es la contemplación de un alma sensible encadenada a la tierra! ¡Ah, la historia científica! ¡Tan ilusa y tan ingenua!
29.
Las almas sensibles son manantiales de alegría en mitad del desierto. Diógenes buscaba a un hombre entre la multitud. Ni con una linterna lo hallaba. Hoy necesitaríamos cientos de linternas -y algún que otro satélite- para encontrar un brote de alegría en mitad del solitario desierto donde yace occidente. ¡Si Diógenes pudiese vernos a través del agujero de su tonel, tal vez ni se molestase en increparnos! ¿Para qué? Sin duda, nosotros no le reconoceríamos.
30.
Para pensar y sentir necesitamos sangre y músculos. Pero que ni la sangre ni los músculos nos cieguen: sólo son instrumentos para pensar y sentir, que es la auténtica finalidad de la existencia. ¡Si en las artes pudiéramos prescindir de los instrumentos! ¡Cuántos ciegos recuperarían la vista y cuántos críticos descubrirían su ceguera!
30a.
¡Qué primitiva y encantadora es la magia simpática! ¡Pero qué ridículos los que hoy la predican! Aunque sí condición necesaria, la técnica no es causa del arte: la sangre no nos hace sentir, manque para sentir haga falta vivir.
31.
Único principio pedagógico.- Todos necesitamos maestros para elevarnos sobre la Tierra, pero para volar sobre ella la libertad del propio temperamento es la única receta. "¡Déjate llevar por tus ensoñaciones! ¡Levita!"
32.
¡Qué chasco cuando nos creíamos ante un alma sensible y sólo era un cuerpo bello!
33.
El estilo no puede ser previo a las creaciones. Se define, definiendo; se conforma, conformando; aparece y se desarrolla, creando.
34.
¿De qué me sirve la gloria si ya he muerto?
¡Vivan las gloriosas almas sensibles! Sin ellas la vida sería una burla, un páramo sin una sombra en la que cobijarse durante las calurosas horas del mediodía.
35.
¿Cuánta risa puede llegar a provocar un esteta en un salón?
36.
Los artistas no tienen ideas, tienen instinto. Reconocer el instinto es el talento. Mostrarlo, el estilo.
37.
Aparte de yo mismo, ¿quién más tiene razón? "Nadie".
La pura sensación y el íntimo reconocimiento del talento, son inatacables. Nunca he pretendido convencer a nadie, sino mostrar en toda su confusión los límites de mi alma, sus babas.
Si amamos a un artista, es porque nos reconocemos en él.
38.
¿Qué puede la falsa razón -apócrifa, demoníaca, mutilada, grosera- frente al arte -angélico-?
39.
Todas las mujeres despiertan o recuperan el alma sensible -que tal vez tenían olvidada- cuando se convierten en madres. Todas se transforman en artistas o en espectadoras felices y privilegiadas de su obra de arte.
40.
Ninguna obra de arte reproduce la realidad: la crea, la recrea.
41.
El límite de la imaginación artística es la verosimilitud.
41a.
La mentira mata al arte.
42.
Alma sensible es aquella que experimenta un placer directo -no vanidoso- ante una obra.
43.
Al levantarme, soy Zenón de Zitio; en el trabajo, Pirrón de Elis, y en la cama, Diógenes, el perro. Tal vez, la única posibilidad de las almas sensibles de hoy: públicamente, escépticas; privadamente, estoicas, e íntimamente, cínicas.
44.
El artista se relame sus propias babas cuando representa los actos de sus personajes. Toda alma sensible no es más que el montón que forman sus miserias.
45.
Todos los artistas son traicionados cada mañana por la nueva furcia que alojan cada noche en su corazón.
46.
Algunas leyendas sobre filosofía antigua cuentan anécdotas que narran cómo Platón era poeta antes de conocer -o recordar- a Sócrates. Igual que Kafka, que Gogol y que tantos otros, la Verdad (ese dragón o demonio que el arcángel Miguel nunca llegó a matar definitivamente) le hizo destruir (siempre escogieron los artistas para ello el elemento más fugaz, sutil y mágico: el fuego) sus creaciones.
Estas leyendas pretenden enfrentar la producción filosófica de Platón con la actividad poética de los trágicos, los líricos o los más antiguos épicos griegos. Desde siempre poesía y filosofía estuvieron separadas como las dos jorobas de un camello. Pero toda leyenda supone en su interior otras lecturas interminables, contradictorias y complementarias, que -como matrioshkas rusas- se encierran y se necesitan unas a otras.
46a.
Ha sido necesario que Umberto Eco nos recordase, hace ya casi cuatro décadas, que, aunque muy parecidas, la actividad poética -artística- y la filosófica -científica- han sido de hecho radicalmente opuestas , para que entendamos que el fundamento y la motivación últimas que han incitado sus desarrollos es lo que las escindía, como si fuesen dos mundos opuestos, enfrentados por un chorismós invadeable: el basamento y el logro final de toda actividad científica (empírica -filosófica, por tanto-) fue siempre el descubrimiento de alguna nueva realidad o de alguna nueva explicación de alguna vieja realidad; en cambio, el basamento y el logro final de toda actividad artística fue la creación (la recreación) y su goce.
También le debemos a Eco el que nos aclarase el término creación y le quitara el disfraz que lo enmascara: toda creación no es sino recuerdo, anámnesis. Crear es rememorar. Todo el placer que produce la creación artística se condensa en el regodeo -dulce a veces, otras amargo- de la memoria, en el sueño -rumiante- que se sueña a sí mismo, en el ser disfrazado de pareceres múltiples y cambiantes, y que se pierde a sí mismo en sí mismo.
46b.
De aquí sólo un paso a la interpretación que propongo de la leyenda platónica: Platón nunca dejó de ser poeta o al menos nunca olvidó su talante poético; es más, lo que en realidad hizo fue extender los límites de la poesía, de la creación artística, más allá de lo que hasta entonces y después de entonces nunca nadie osó hacer (ni siquiera hoy estaríamos dispuestos a emprender esta furiosa locura). Para el genio poético -artístico- de Platón todo era poesía, incluso el conocimiento epistémico era poesía: todo conocer es recordar, todo explorador experto sabe que los senderos de sus aventuras son sus propios senderos, y que la huella que descubre en un desierto inexplorado lo es de su propia pisada.
46c.
La anécdota de Platón rompiendo sus poemas encierra con bella emoción la leyenda de que recordar -y recordarse (eterna e incesantemente)- a sí mismo en sí mismo es lo más distintivo y específico de nuestra humanidad. Por ello tuvo luego que expulsar, sin el menor decoro ni remordimiento, a todos los poetas y artistas de su República: sólo uno mismo puede ser el centro de sus memorias. Incluso inventando otros personajes con otros discursos, el poeta sólo consigue reflejarse a sí mismo en múltiples, variados y cambiantes espejos. Todos los personajes platónicos son espejismos más o menos falsos -siempre auténticos (bellos y verdaderos, realmente reales, majestuosamente reales)-, que muestran -a veces turbia, a veces límpidamente- al propio autor regodeándose en la contemplación de su propia huella en su propio y solitario desierto.
46d.
Debemos a Eco -qué ironía del destino o de la suerte llamarse Eco quien rescata del estanque a Narciso, quien induce a pensar que conocer es crear y que crear es escuchar nuestra propia voz repetida incesantemente en nuestra conciencia- que nos haya recordado que hoy día -cuando el arte es inevitable y fundamentalmente abierto; cuando el lector, espectador o usuario de obras de arte es inevitable y fundamentalmente libre- es posible y quizá conveniente interpretar que el conocimiento filosófico -científico- ha dejado de descubrir realidades, incluso de inventarlas, y ha pasado a crear símbolos, imágenes, conceptos, ..., a recordar -recordándose y olvidándose-, a abrirse a espectáculos humanos -demasiado libres necesariamente-, a acostarse en el mismo lecho en el que la creación artística lleva soñando desde los albores de su humana existencia.
46e.
Lo que de lejos parecía un camello con dos gibas; de cerca, desde dentro, aparece como un dromedario con una sola joroba: la de la memoria inteligente. Tal vez sólo era un error de percepción, y tal vez nunca hubo conversión.
47.
¿Quién nos usurpa el íntimo derecho de elegir nuestro destino?
Muchas veces los detalles sólo se dejan acariciar cuando escasean. Toda expresión es selección. No se trata de invadir la obra de detalles banales.
23.
"¿Qué es el asombro?". "Lo que expresa el artista empequeñecido ante su crítico."
Cada artista tiene su temple y por él -y sólo por él- debe dejarse llevar. No es tarea fácil ir perfilando el estilo propio, la falsedad con que cada artista reproduce sus memorias, su propia imaginación inteligente. Todo arte es engaño y todo artista un embaucador sincero -cree en lo que hace y que lo que hace es realmente-. ¿Hay algo más obtuso que un crítico empeñado en explicar el estilo de un artista al propio artista? Éste permanece indefectiblemente con la boca abierta (tal vez sea esto lo que el profesor Eco quería decir con lo de Opera Aperta).
24.
Ser apasionado es escoger siempre el camino equivocado, empeñarse en perseguir lo huidizo, despeñarse contra el propio destino -pergeñado únicamente por nuestro temperamento-. No todas las almas sensibles son apasionadas, pero sí todas las almas apasionadas son sensibles. Amar lo que no se dejar amar: este es el destino reservado a los extraordinarios y maravillosos desgraciados que ansían lo imposible. ¡Cómo los envidio! El peor desenlace de un alma apasionada no es equivocarse, sino acertar a los ojos de todos los demás: este es el mayor de los equívocos; entonces todos dejan de decirle loco y comienzan a llamarle ridículo. ¿Y qué hay más absurdo que una vida ridícula?
25.
Un niño enamorado nos muestra siempre lo enfermo que estamos, el estado miserable al que hemos llegado. Un niño enamorado provoca en nosotros tanto amor hacia él como odio a nosotros mismos.
26.
Me apena pensar en la inexistencia de los innovadores.
27.
Aunque en primer lugar nos encantan los detalles -porque éstos nos elevan sobre la materia-, cuando pasa el tiempo lo que más recordamos de una obra de arte es el barniz embaucador que tiñe de ficciones la realidad representada: el estilo,... el olor, el sabor y el color de cada alma sensible. Después de cinco años yo aún huelo el caldo de pescado en que se convirtió la playa de Gdansk en el excepcional verano de 1.957.
27a.
Todo cuanto ocurre es un acontecimiento extraordinario.
28.
¡Qué penosa es la contemplación de un alma sensible encadenada a la tierra! ¡Ah, la historia científica! ¡Tan ilusa y tan ingenua!
29.
Las almas sensibles son manantiales de alegría en mitad del desierto. Diógenes buscaba a un hombre entre la multitud. Ni con una linterna lo hallaba. Hoy necesitaríamos cientos de linternas -y algún que otro satélite- para encontrar un brote de alegría en mitad del solitario desierto donde yace occidente. ¡Si Diógenes pudiese vernos a través del agujero de su tonel, tal vez ni se molestase en increparnos! ¿Para qué? Sin duda, nosotros no le reconoceríamos.
30.
Para pensar y sentir necesitamos sangre y músculos. Pero que ni la sangre ni los músculos nos cieguen: sólo son instrumentos para pensar y sentir, que es la auténtica finalidad de la existencia. ¡Si en las artes pudiéramos prescindir de los instrumentos! ¡Cuántos ciegos recuperarían la vista y cuántos críticos descubrirían su ceguera!
30a.
¡Qué primitiva y encantadora es la magia simpática! ¡Pero qué ridículos los que hoy la predican! Aunque sí condición necesaria, la técnica no es causa del arte: la sangre no nos hace sentir, manque para sentir haga falta vivir.
31.
Único principio pedagógico.- Todos necesitamos maestros para elevarnos sobre la Tierra, pero para volar sobre ella la libertad del propio temperamento es la única receta. "¡Déjate llevar por tus ensoñaciones! ¡Levita!"
32.
¡Qué chasco cuando nos creíamos ante un alma sensible y sólo era un cuerpo bello!
33.
El estilo no puede ser previo a las creaciones. Se define, definiendo; se conforma, conformando; aparece y se desarrolla, creando.
34.
¿De qué me sirve la gloria si ya he muerto?
¡Vivan las gloriosas almas sensibles! Sin ellas la vida sería una burla, un páramo sin una sombra en la que cobijarse durante las calurosas horas del mediodía.
35.
¿Cuánta risa puede llegar a provocar un esteta en un salón?
36.
Los artistas no tienen ideas, tienen instinto. Reconocer el instinto es el talento. Mostrarlo, el estilo.
37.
Aparte de yo mismo, ¿quién más tiene razón? "Nadie".
La pura sensación y el íntimo reconocimiento del talento, son inatacables. Nunca he pretendido convencer a nadie, sino mostrar en toda su confusión los límites de mi alma, sus babas.
Si amamos a un artista, es porque nos reconocemos en él.
38.
¿Qué puede la falsa razón -apócrifa, demoníaca, mutilada, grosera- frente al arte -angélico-?
39.
Todas las mujeres despiertan o recuperan el alma sensible -que tal vez tenían olvidada- cuando se convierten en madres. Todas se transforman en artistas o en espectadoras felices y privilegiadas de su obra de arte.
40.
Ninguna obra de arte reproduce la realidad: la crea, la recrea.
41.
El límite de la imaginación artística es la verosimilitud.
41a.
La mentira mata al arte.
42.
Alma sensible es aquella que experimenta un placer directo -no vanidoso- ante una obra.
43.
Al levantarme, soy Zenón de Zitio; en el trabajo, Pirrón de Elis, y en la cama, Diógenes, el perro. Tal vez, la única posibilidad de las almas sensibles de hoy: públicamente, escépticas; privadamente, estoicas, e íntimamente, cínicas.
44.
El artista se relame sus propias babas cuando representa los actos de sus personajes. Toda alma sensible no es más que el montón que forman sus miserias.
45.
Todos los artistas son traicionados cada mañana por la nueva furcia que alojan cada noche en su corazón.
46.
Algunas leyendas sobre filosofía antigua cuentan anécdotas que narran cómo Platón era poeta antes de conocer -o recordar- a Sócrates. Igual que Kafka, que Gogol y que tantos otros, la Verdad (ese dragón o demonio que el arcángel Miguel nunca llegó a matar definitivamente) le hizo destruir (siempre escogieron los artistas para ello el elemento más fugaz, sutil y mágico: el fuego) sus creaciones.
Estas leyendas pretenden enfrentar la producción filosófica de Platón con la actividad poética de los trágicos, los líricos o los más antiguos épicos griegos. Desde siempre poesía y filosofía estuvieron separadas como las dos jorobas de un camello. Pero toda leyenda supone en su interior otras lecturas interminables, contradictorias y complementarias, que -como matrioshkas rusas- se encierran y se necesitan unas a otras.
46a.
Ha sido necesario que Umberto Eco nos recordase, hace ya casi cuatro décadas, que, aunque muy parecidas, la actividad poética -artística- y la filosófica -científica- han sido de hecho radicalmente opuestas , para que entendamos que el fundamento y la motivación últimas que han incitado sus desarrollos es lo que las escindía, como si fuesen dos mundos opuestos, enfrentados por un chorismós invadeable: el basamento y el logro final de toda actividad científica (empírica -filosófica, por tanto-) fue siempre el descubrimiento de alguna nueva realidad o de alguna nueva explicación de alguna vieja realidad; en cambio, el basamento y el logro final de toda actividad artística fue la creación (la recreación) y su goce.
También le debemos a Eco el que nos aclarase el término creación y le quitara el disfraz que lo enmascara: toda creación no es sino recuerdo, anámnesis. Crear es rememorar. Todo el placer que produce la creación artística se condensa en el regodeo -dulce a veces, otras amargo- de la memoria, en el sueño -rumiante- que se sueña a sí mismo, en el ser disfrazado de pareceres múltiples y cambiantes, y que se pierde a sí mismo en sí mismo.
46b.
De aquí sólo un paso a la interpretación que propongo de la leyenda platónica: Platón nunca dejó de ser poeta o al menos nunca olvidó su talante poético; es más, lo que en realidad hizo fue extender los límites de la poesía, de la creación artística, más allá de lo que hasta entonces y después de entonces nunca nadie osó hacer (ni siquiera hoy estaríamos dispuestos a emprender esta furiosa locura). Para el genio poético -artístico- de Platón todo era poesía, incluso el conocimiento epistémico era poesía: todo conocer es recordar, todo explorador experto sabe que los senderos de sus aventuras son sus propios senderos, y que la huella que descubre en un desierto inexplorado lo es de su propia pisada.
46c.
La anécdota de Platón rompiendo sus poemas encierra con bella emoción la leyenda de que recordar -y recordarse (eterna e incesantemente)- a sí mismo en sí mismo es lo más distintivo y específico de nuestra humanidad. Por ello tuvo luego que expulsar, sin el menor decoro ni remordimiento, a todos los poetas y artistas de su República: sólo uno mismo puede ser el centro de sus memorias. Incluso inventando otros personajes con otros discursos, el poeta sólo consigue reflejarse a sí mismo en múltiples, variados y cambiantes espejos. Todos los personajes platónicos son espejismos más o menos falsos -siempre auténticos (bellos y verdaderos, realmente reales, majestuosamente reales)-, que muestran -a veces turbia, a veces límpidamente- al propio autor regodeándose en la contemplación de su propia huella en su propio y solitario desierto.
46d.
Debemos a Eco -qué ironía del destino o de la suerte llamarse Eco quien rescata del estanque a Narciso, quien induce a pensar que conocer es crear y que crear es escuchar nuestra propia voz repetida incesantemente en nuestra conciencia- que nos haya recordado que hoy día -cuando el arte es inevitable y fundamentalmente abierto; cuando el lector, espectador o usuario de obras de arte es inevitable y fundamentalmente libre- es posible y quizá conveniente interpretar que el conocimiento filosófico -científico- ha dejado de descubrir realidades, incluso de inventarlas, y ha pasado a crear símbolos, imágenes, conceptos, ..., a recordar -recordándose y olvidándose-, a abrirse a espectáculos humanos -demasiado libres necesariamente-, a acostarse en el mismo lecho en el que la creación artística lleva soñando desde los albores de su humana existencia.
46e.
Lo que de lejos parecía un camello con dos gibas; de cerca, desde dentro, aparece como un dromedario con una sola joroba: la de la memoria inteligente. Tal vez sólo era un error de percepción, y tal vez nunca hubo conversión.
47.
¿Quién nos usurpa el íntimo derecho de elegir nuestro destino?
2 comentarios:
Porque la Belleza, Fedro mío y sólo ella es a la vez visible y digna de ser amada:es tenlo muy presente , la única forma de lo espiritual que podemos aprehender y tolerar con los sentidos. Pues, ¿Qué sería de nosotros si las demás formas de lo divino, si la razón, la virtud o la verdad quisieran relevarse a nuestros sentidos?¿Acaso no pereceríamos y nos consumaríamos de amor como Semele al contemplar a Zeus? La Belleza es pues, el camino del hombre sensible hacia el espíritu…, sólo el camino, un simple medio, mi pequeño Fedro…
La muerte en Venecia (Thomas Mann)
Thomas Mann nunca entendió ni la belleza ni a Platón. Y Platón, quien sí que entendió certeramente lo que es la belleza, nunca se atrevió a ser consecuente con ella.
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